20 Hábitos de alimentación para niños con problemas de digestión
Consejos para niños con síndrome de colon irritable o enfermedad de Crohn
- Hábitos de alimentación saludable para niños con problemas de digestión
Los hábitos alimentarios para un niño con problemas de digestión pueden variar considerablemente de lo que se considera normal para un niño sano y sin ningún tipo de enfermedad, tratando de acomodar las limitaciones que el niño enfermo pueda tener por sus circunstancias y optimizando los beneficios de lo que, en este caso, es una dieta saludable y equilibrada.
Hábitos de alimentación saludable para niños con problemas de digestión
En el caso de los niños con problemas de digestión o con enfermedades del tracto gastrointestinal, como puede ser el síndrome de colon irritable o la enfermedad de Crohn, su pediatra ya habrá prescrito probablemente unas pautas dietéticas para los brotes sintomáticos.
Salvo indicaciones más concretas, podemos generalizar unos hábitos alimentarios comunes para niños con problema de digestión, sobre todo para las etapas, generalmente mayoritarias, en las que estas enfermedades están latentes y asintomáticas.
1. Asegurar un aporte frecuente de comida para evitar comidas copiosas. En estos casos en los que el tracto gastrointestinal no se encuentra al 100%, comer en exceso es un riesgo añadido que debemos evitar.
2. Dividir la ingesta diaria en 6 comidas, así evitamos estresar al tracto digestivo, haciendo las digestiones del niño más llevaderas.
3. Olvidar la tradicional comida de tres platos en favor de un plato único, sano y variado.
4. Combinar alimentos tratando de obtener el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo digestivo. Pescado azul o carne con verduras, legumbres con arroz o pasta con salsa de verduras son opciones que aportan energía y micronutrientes en un plato único.
5. Comer en familia, sin distracciones que puedan hacer al niño comer más o menos de lo que necesita. Es extremadamente importante que el niño sea capaz de escuchar y actuar ante las señales de saciedad, especialmente en estos casos.
6. Respetar las señales de saciedad del niño. Si normalmente obligar a comer está completamente contraindicado ya que puede conducir a la obesidad, en niños con problemas digestivos puede ser causa de problemas de salud aún más graves, relacionados o no con la enfermedad que ya padecen.
7. Ofrecer un aporte continuado de agua entre las comidas, intentando limitar el consumo de agua durante las comidas. Si bien el agua es un elemento indispensable para la digestión, en estos casos, la dilución de los jugos digestivos en el agua de bebida puede ralentizar el proceso digestivo, algo indeseable para los niños con trastornos digestivos. Puede ofrecerse un buen vaso de agua –¡o dos!- entre 15 y 45 minutos antes de la ingesta.
8. Ofrecer frutas y/o verduras crudas entre las comidas principales. Es primordial que estos niños consuman pequeñas cantidades de comida de manera relativamente continua, y el aporte de fruta entre las comidas es fantástico para colaborar en el aporte de agua para una correcta hidratación.
9. Descartar los aperitivos salados y la bollería industrial. La sal y las grasas hidrogenadas son enemigos a combatir en la infancia, pero más aún en la dieta de niños con trastornos digestivos. Los frutos secos naturales o tostados son, sin embargo, una opción ideal para picotear.
10. Controlar el aporte de grasa. Es necesario que el niño reciba alimentos con grasas insaturadas: pescado azul, frutos secos, semillas, pero conviene evitar las comidas excesivamente grasas y difíciles de digerir.
11. Prestar especial atención al aporte de micronutrientes, como vitaminas y minerales. El hecho de que muchas de estas enfermedades cursen con episodios de diarreas debe mantenernos alerta ante posibles carencias y, como método de prevención, podemos escoger en la dieta del niño, alimentos con alta densidad nutricional.
12. Hacer hincapié en el consumo de platos con cantidades mínimas de alimentos de origen animal, ofreciendo leguminosas, por ejemplo, como principal fuente proteica. Puede establecerse una rutina que incluya “días vegetarianos”, en los que no se consuman alimentos de origen animal o su consumo sea muy limitado, con otros en los que se escojan carnes magras o pescado azul como alimentos proteicos principales.
13. Limitar el consumo de carne a tres veces por semana, y siempre piezas magras. No es necesario evitar por completo la carne roja, ya que es una fuente de hierro muy interesante, pero sí consumirla con precaución, favoreciendo el consumo de carnes blancas como el pollo.
14. Incluir huevo en su dieta. El huevo es un superalimento, un coctel de nutrientes ideal para los niños, y que, además, les encanta. Sin incluir el huevo frito por su aporte innecesario de grasa y por ser más difícil de digerir, tanto el huevo cocido como la tortilla en todas sus variedades son alimentos ideales para incluir en la dieta de estos niños. Además, son ideales para la cena, debido a su contenido en triptófano, un aminoácido precursor inicial de la melatonina, la hormona relacionada con la relajación y el descanso.
15. Cuidado con la fibra. La fibra no siempre es un aliado en estas enfermedades, pudiendo agravar los síntomas en muchos casos, y exacerbando la perdida de minerales y oligoelementos. Es conveniente no superar los aportes de fibra recomendados para la edad del niño, incluso limitar su consumo si se encuentra en un momento en el que la sintomatología es más evidente –brote sintomático.
16. Sustituir la leche por yogur, sobre todo en brotes sintomáticos, en los que evitar la leche es primordial. Durante la infancia, la leche es un alimento prácticamente indispensable por su aporte de calcio y fósforo para el crecimiento de los huesos y dientes –tan importante en esta etapa- así como de vitamina D para fijar el calcio a los huesos. Sustituyendo la leche por yogur, además de aportar estos nutrientes esenciales, estamos aportando bacterias lácticas que contribuyen a mejorar la salud intestinal.
En el caso de enfermedades gastrointestinales, el aporte de bacterias lácticas y/o probióticos es aún más importante, ya que la salud de la microflora intestinal –la población de bacterias que tapizan el intestino grueso y delgado- puede verse comprometida por el curso de la enfermedad.
El médico puede prescribir, si lo considera beneficioso y/o necesario, probióticos en pastillas, pero mientras tanto podemos ofrecer tanto yogures (que contienen dos bacterias lácticas) como otros productos lácteos fermentados. Estos productos contienen bacterias beneficiosas conocidas como probióticos, generalmente acompañando a las dos bacterias del yogur, y pueden encontrarse en el mercado en formato sólido y en formato bebible.
17. Evitar comidas procesadas –comida rápida y/o precocinados-, utilizando en su favor comidas más naturales, con menos grasas y aditivos que pueden causar problemas digestivos adicionales.
18. Olvidarse de la fritura. Deben escogerse procesos culinarios que aseguren una máxima conservación de micronutrientes y un mínimo aporte de grasa, como el escaldado o el horneado.
19. Llevar un diario de comidas, de manera que podamos fácilmente obtener una lista de alimentos que el niño tolera con más facilidad en periodos sintomáticos y cuáles debemos evitar. Cada niño y cada enfermedad es un mundo y, de esta manera, podemos individualizar y adaptar la dieta a la dolencia de nuestro hijo.
20. No debemos confiarnos en los periodos asintomáticos y cambiar la dieta del niño, ya que la enfermedad de nuestro pequeño se encuentra latente y puede mostrarse sintomática sin previo aviso. Es preferible mantenerse cauteloso y siempre cuidar que la dieta sea benévola con su sistema digestivo.
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