Por qué los niños dejan de comer cosas que antes les encantaban

La monotonía, una enfermedad o una situación de estrés puede estar detrás de esta circunstancia

Carlota Reviriego, Nutricionista
En este artículo
  1. 6 razones por las que los niños dejan de comer cosas que le encantaban 

Es cierto que puede resultar duro aceptar los incesantes cambios en el patrón alimentario de los niños. ¿Por qué hay veces que los niños dejan de comer cosas que antes les encantaban? ¿Qué hacer ante esta conducta? No debemos cesar en el empeño de ofrecer, de manera constante pero sin insistir, alimentos y sabores nuevos a nuestros hijos.

6 razones por las que los niños dejan de comer cosas que le encantaban 

niños dejan de comer cosas que antes les encantaban

Aunque es increíblemente frustrante para los padres cuando los niños comienzan a rechazar platos que comían de manera habitual, es perfectamente normal que esto ocurra. Además, y aunque nos pueda parecer que los comportamientos del niño frente a la comida son tremendamente aleatorios y profundamente inconsistentes, nada más lejos de la realidad: detrás de cada cambio de comportamiento es muy probable que exista una razón, ya sea física o psicológica.

1. Enfermedad
Lo primero que debemos descartar es que el niño haya desarrollado alguna intolerancia o alergia alimentaria o que esté pasando por una gripe o catarro que le haga tener sus papilas gustativas fuera de servicio. El cambio en el sabor de su comida favorita puede iniciar el proceso de rechazo en muchas ocasiones, y el malestar corporal puede ser la razón detrás de cualquier huelga de hambre, porque, ¿quién tiene ganas de comer, ni que sea su comida favorita, cuando está con gripe?

2. Monotonía
Muchas veces, por comodidad, ofrecemos a nuestros hijos siempre las mismas comidas o al menos, muy similares. Por una parte, esto les ayuda a mantener la estabilidad, pero por otra, estamos limitando el número de sabores a los que se van acostumbrando, lo cual puede jugar en nuestra contra. En ocasiones, el niño puede comenzar a rechazar la dieta habitual por completo por puro aburrimiento y nos encontramos en la tesitura de no saber con qué alimentar a nuestros pequeños. Para evitar llegar a este punto, podemos ofrecer no solo una dieta variada, sino también un reto alimentario (mismo alimento base pero de una manera diferente) de vez en cuando, de manera que se rompa la monotonía y el niño aprecie ese plato que tanto le gusta cuando lo vuelve a comer.

3. Control
En épocas de cambio, como el comienzo del curso escolar, la llegada de un hermanito o una mudanza, el niño siente que todo su mundo está fuera de control, mientras que la comida, decidir si come o no y que comer, es lo único que le ofrece cierta estabilidad, por lo que se aferra a ello como a un clavo ardiendo. Así, puede encontrar alivio a su estrés tanto rechazando alimentos nuevos o conocidos como escogiendo siempre lo mismo, sea lo que sea.

4. Ansiedad
Presionar al niño para que coma o pruebe nuevos alimentos puede colocarle en una posición un tanto incómoda e inestable, creándole más ansiedad de la que puede controlar, e inclinándose a rechazar la comida en su totalidad. Esta huelga de hambre puede parecernos una batalla por mantener el poder o el control en la mesa entre el niño y los progenitores, pero no lo es, es simplemente la respuesta más normal a la situación estresante en que se convierte la hora de la comida: evitarla por completo.

5. Exceso
Puede que durante meses haya comido un plato o alimento concreto con gran fervor y se haya hartado, puede incluso que, después de uno de esos atracones de lo que era su comida favorita haya pasado por una gripe o un dolor de estómago que, si bien pueden no estar relacionados, le han hecho aborrecerlo. Es difícil dar marcha atrás, aunque no imposible, y puede que la relación de amor-odio del niño con ese plato vuelva a sus orígenes con el paso del tiempo.

6. Sustitución
Cuando un niño prueba algo que le resulta muy apetecible, es completamente normal que comience a rechazar un alimento que antes comía con alegría con la esperanza de que le ofrezcan ese nuevo alimento que le ha encantado.  Aunque para los adultos no funcione así, para el niño puede tener sentido que tenga que abandonar uno de sus favoritos para dejar paso al nuevo.

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