Neofobia o el rechazo de los niños a probar nuevos alimentos
No se considera neofobia cuando un niño se niega a comer un alimento la primera vez que se le ofrece
- Cómo hace frente a la neofobia o la negativa del niño probar nuevos alimentos
El rechazo a la comida es una etapa normal en el desarrollo infantil. Los niños, normalmente de edades entre 1 y 3 años, suelen desarrollar un miedo a cualquier alimento o plato nuevo, ya cambie su presentación, su textura o sea completamente nuevo para ellos, y esto se conoce como neofobia o rechazo del niño a nuevos alimentos. ¿Qué podemos hacer para superar esta fase de los pequeños? ¡Te lo contamos!
Cómo hace frente a la neofobia o la negativa del niño probar nuevos alimentos
Generalmente, con la introducción de la alimentación complementaria, los bebés sienten un natural interés por la comida de los adultos. No se sienten abrumados por los nuevos sabores y texturas a los que se enfrentan, y, a esta edad, es fácil que acepten de buen grado un buen número de alimentos de sabores muy variados, tanto dulces como salados.
Habitualmente, alrededor de los 18 meses, suele haber un punto en el que el niño empieza a rechazar los alimentos, siendo en algunos niños más acusado que en otros. Además, en este momento, los niños suelen negarse a probar, incluso, comidas que antes comían perfectamente con o sin cambios en su presentación.
A pesar de que la neofobia es algo normal en el desarrollo del niño que se supera con el tiempo, podemos tomar ciertas medidas para que esta etapa pase con mayor facilidad.
- El rechazo a nuevos alimentos es más frecuente en niños a los que no se les ha ofrecido mucha variedad de alimentos y texturas al comenzar la alimentación complementaria, por lo que, idealmente, a mayor exposición a sabores y texturas, más posibilidades de que la neofobia sea leve y durante un espacio de tiempo menor.
- La neofobia suele ser más persistente en niños cuya capacidad motriz es limitada y en aquellos a los que les cuesta masticar.
- Los niños que son más sensibles a los cambios, ya sea porque tienen condiciones de salud especificas o porque les cuesta aceptar las sensaciones extremas (frío, calor, ruidos…) suelen ser más susceptibles de padecer una neofobia más acusada. En estos casos, además de ser primordial exponerles a un máximo de alimentos y sabores antes de alcanzar los 18 meses, es esencial ser respetuoso con el niño e intentar introducir nuevos alimentos en presentaciones que sean familiares para ellos.
- Aunque esta etapa tarde o temprano llega a su fin, se ha observado que su duración suele ser inferior en niños que comen en la misma mesa que otras personas, como sus padres y hermanos, y no apartados y en otros horarios diferentes al resto de la familia.
- No se considera neofobia cuando un niño se niega a comer un alimento la primera vez que se le ofrece, sino que tienen que ofrecerse varias veces para entrar en la categoría de rechazo. Normalmente, es necesario que un niño consuma más de tres veces un alimento para que desarrolle una opinión sobre si le gusta o no, por lo que no debemos abandonar a la primera de cambio.
- Los niños tienden a comer menos si están cansados, distraídos o algo malitos, por lo que estos momentos no son muy adecuados para la introducción de nuevos alimentos, y es mejor mantenerse en la zona de confort del niño con platos familiares y de su agrado. Además, otras condiciones de salud, como el estreñimiento o el reflujo, pueden agravar la neofobia.
- La ingesta excesiva de leche o de bebidas azucaradas -recordemos que los niños no deben consumir más que agua con sus comidas- pueden limitar su apetito, agravando la neofobia. Adicionalmente, prestar demasiada atención a su rechazo u obligar al niño a terminarse el plato pueden también tener el mismo efecto.
- Cuando se trata de niños pequeños, es su propio miedo natural a la contaminación el que determina la neofobia. Uno de los instintos que conservamos desde nuestros ancestros es el rechazo a alimentos que potencialmente pueden resultar un riesgo para la salud, algo que suele superarse fácilmente viendo a los padres comer el mismo plato. Sin embargo, a medida que el niño se hace mayor, existen otros factores que pueden influenciar su rechazo hacia ciertos alimentos. Por ejemplo, a partir de los 3 años, los niños suelen tener claro que alimentos les gustan y cuáles no, además de ser capaces de decidir si algo es apetecible o les da asco según su apariencia.
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