La vitamina C no cura los catarros de los niños
Tomar vitamina C una vez aparecidos los síntomas del catarro no tiene beneficio
- Por qué la vitamina C no cura o previene los catarros de los niños
Los efectos beneficiosos y protectores de la vitamina C frente a los típicos catarros otoñales e invernales son una de las recomendaciones que se transmiten de generación en generación y que, al igual que otros consejos, tienen poca base científica consistente que los respalde.
Por lo tanto pese a lo extendido de la creencia no, la vitamina C no cura los catarros de los niños.
Por qué la vitamina C no cura o previene los catarros de los niños
La vitamina C o ácido ascórbico es importante en la infancia:
- Para la salud de los tejidos blandos, como las encías.
- Para los tejidos cartilaginosos.
- Para los tejidos duros, como los huesos y los dientes, además de participar en la formación de colágeno.
- Asegura la buena salud de los vasos sanguíneos, por lo que es importante para la cicatrización de heridas y pequeños cortes que los niños se hagan.
- Debido a su potencial antioxidante, la vitamina C previene el estrés oxidativo de las células y destaca por su implicación en la absorción del hierro no hemo, es decir, el que proviene –mayoritariamente- de los alimentos de origen vegetal.
En cuanto a los resfriados comunes, algunos autores han revisado los resultados obtenidos durante los últimos años en los estudios clínicos realizados al respecto. Según esta revisión, una vez aparecen los síntomas del resfriado, tomar o no más vitamina C no ofrece ningún beneficio, mientras que un buen aporte previo, incluso superior a las cantidades diarias recomendadas, sí que puede reducir la duración del catarro en los niños, hasta en un 15%.
En esta misma línea, si está demostrado que algunas células del sistema inmune, como los fagocitos o los linfocitos T, necesitan de la vitamina C y de su capacidad antioxidante para realizar correctamente sus funciones, por lo que, una deficiencia en esta vitamina puede traducirse en una reducción de la resistencia frente a patógenos, mientras que su correcto aporte asegura que el sistema inmune trabaje de manera óptima.
Como la vitamina C no puede almacenarse en el organismo, es necesario asegurar su aporte diario a través de la dieta mediante alimentos que la contengan. Son fuentes importantes de vitamina C los cítricos, como las naranjas, ya sean enteras o en zumo, y otras frutas como las fresas, las frambuesas y moras, los kiwis y también los tomates. Otras verduras y hortalizas cuyo contenido también es elevado son el brócoli o el repollo/lombarda, los pimientos verdes y rojos, las patatas y las coles de Bruselas.
Es prácticamente imposible superar de manera excesiva las cantidades diarias recomendadas de vitamina C con un aporte exclusivo desde la dieta. Sin embargo, consumiendo suplementos vitamínicos durante la infancia sí cabe la posibilidad de alcanzar y superar las ingestas seguras de vitamina C (conocidas como el nivel máximo de ingesta tolerable), cuyo límite se relaciona con daños en la salud, sobre todo en el sistema renal -dado que el exceso de vitamina C se excreta a través de la orina. Por ello no es recomendable ofrecer complementos vitamínicos a los niños sin recomendación médica.
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