El error de utilizar la comida como premio o castigo con los niños
Por qué no debemos premiar o castigar a los niños con la comida
- Por qué no utilizar la comida como premio o castigo con los niños
Cuando pensamos en la comida, no solo pensamos en suministrar a nuestro organismo los nutrientes que necesita, sino que la comida presenta también un inseparable componente social y emocional, ya que disfrutamos de las texturas y sabores, y del tiempo que pasamos en la mesa con la familia.
La manera en que utilizamos la alimentación para nuestro deleite personal puede llevarnos, como padres, a cometer el error de utilizar la comida como premio o castigo con los niños, de emplearla incorrectamente como herramienta en la crianza de nuestros hijos.
Por qué no utilizar la comida como premio o castigo con los niños
Existen motivos por los que no debemos caer en este juego de utilizar la comida como premio y castigo con los niños, ya que no ayuda a la educación nutricional de nuestros pequeños.
- Utilizando los dulces como premio les estamos haciendo un flaco favor. El azúcar no es saludable, y si queremos que su comportamiento sea bueno, no podemos basarnos en ofrecerles chucherías, bollos o chocolate, ya que damos a estas comidas una importancia demasiado especial. Del mismo modo, no sirve de nada castigar sin postre, porque, de primeras, el postre no debería ser un dulce, sino una pieza de fruta, y ¿actuaríamos igual si el postre fuera fruta? ¿a cuántos niños les importaría ese castigo? Con este ejemplo estamos retirando comida poco saludable -que ni siquiera deberían consumir- como castigo.
- Castigar al niño a comer verdura no soluciona el problema original por el que se le ha castigado, y mucho menos favorece su alimentación. La verdura o la fruta tiene que formar parte de la dieta de los niños, y si no les gusta, no les va a gustar más si les castigamos a comerla, sino más bien al contrario.
- Insistir en comerse lo que tiene delante o guardarlo para la merienda, o el desayuno si no lo hacen, no solo no ayuda a instaurar hábitos alimentarios saludables, sino que genera tensión extra y convierte la hora de la comida en un momento estresante para padres e hijos, además de intensificar sus aversiones y rechazos a ciertos alimentos.
- La comida basura o los alimentos excesivamente procesados y/o con grasas saturadas tampoco deben usarse como premio, ya que establecemos una asociación positiva entre una comida muy poco sana y un buen comportamiento. No obstante, si en ocasiones puntuales se consumen, conviene reiterar que no es un premio sino que simplemente, apetecía, para evitar que lo asocien con su comportamiento.
Puede parecernos que tiene lógica el hecho de restringir la comida que no es muy saludable y/o vincularla con momentos especiales, pero con la comida no se juega. No conviene que se convierta en un arma de doble filo, ya que los hábitos alimentarios que instauramos en la infancia acompañaran a nuestros hijos hasta la edad adulta, y enseñarles a tener una alimentación correcta es parte de nuestro trabajo de educar.
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