El sentimiento de culpa después de castigar a los hijos
Cuando los padres nos sentimos culpables al poner límites y disciplina a los hijos
- Cómo manejar el sentimiento de culpa al educar a los hijos
Un modo de aprendizaje que se hereda generación tras generación es el de educar en la culpa; es decir, nos hacen sentir culpables por lo que habíamos hecho.
Este es un modo de castigo rápido y muy arraigado del que es difícil desprenderse, a pesar de que tiene un trasfondo que a simple vista no vemos, que afecta a nuestra personalidad durante toda la vida.
Cómo manejar el sentimiento de culpa al educar a los hijos
Así como nosotros recibimos esta educación, seguimos impartiéndola, y cuando el comportamiento de nuestros hijos nos hace poner el grito en el cielo y nos bloquean racionalmente, nos lleva a tomar decisiones equivocadas, esas en las que uno apenas ha terminado de pronunciar las palabras ya se está arrepintiendo.
Entonces es cuando la culpa se nos sube a la chepa y nos acompaña sin descanso.
1- No hay que martirizarse, todos somos humanos y en un momento dado las cosas se nos pueden ir de las manos, así que, aunque es imprescindible asumir nuestros errores, e incluso pedir perdón a nuestros hijos (algo muy necesario si queremos que ellos aprendan a pedirlo), tampoco es necesario flagelarse a diario hasta desgarrarnos las carnes.
2- Cuando nos hemos pasado con el castigo, ya sea físico o psicológico (ambos igualmente malignos para el desarrollo del niño), si es posible, debemos enmendar lo hecho, es decir, aflojar el castigo pero siempre explicando a nuestros hijos el porqué de esa decisión. No es volverse más blando, sino enseñarles que todos podemos cometer errores y que nosotros procuramos ser unos padres estupendos, pero que también somos humanos y, en muchas ocasiones, poseemos los mismos sentimientos de furia que ellos.
3- No hay que culpabilizar a los hijos de nuestras actuaciones con frases del tipo: 'Me llevas a hacer estas cosas', 'te voy a dejar de querer si hacer eso', porque entonces estaremos repitiendo los mismos errores que cometieron con nosotros, pero sí hacerles entender nuestra postura y fomentar la empatía con ellos, para así evitar el alejamiento que produce el castigo.
4- La culpa puede ser buena cuando nos hace no repetir los errores cometidos, cuando nos lleva a reflexionar sobre nuestros actos y a buscar nuevas alternativas y soluciones a los conflictos. Hay que resolver los conflictos con los niños, no a través del miedo del castigo o el abandono de los padres por no cumplir las normas, sino enseñarles a reflexionar y a conocer el porqué no deben de admitirse esas conductas.
Cuando el niño es capaz de asimilar que su conducta conlleva un daño, es cuando realmente estará aprendiendo a respetar y no volverá a repetirla.
5- La culpa, sin embargo debe durar en nuestra mente lo justo y necesario. Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones como padres y cuando no nos veamos capaces de solucionar un conflicto, intentar aplacar los ánimos y reflexionar sobre qué decisión vamos a tomar al respecto.
Siempre hay que tener en cuenta de que se trata de educarles y corregirles, no de que sufran, ni tú tampoco. Así que la próxima vez intenta hacer varias respiraciones antes de tener que arrepentirte, y si no puedes, mira su lado bueno e intenta aprender de esa culpa. Es un método duro de aprendizaje, pero al fin y al cabo algo bueno tiene que tener.
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