Los niños viven el presente, son más prácticos. Hay que aprender a olvidarnos del estrés, a dejar de pensar en lo que podría pasar el día de mañana. Simplemente tener una actitud positiva ante la vida.
A los niños todo les hace ilusión. Es una muy buena manera de llevar adelante sus sueños, de tener curiosidad, conocer y experimentar, esto es parte fundamental en la vida de un niño.
Hacen lo que quieren en cualquier momento, no les preocupa lo que digan los demás de ellos. Vivir con autenticidad, te hace único y ayuda a sacar tu verdadera esencia.
Los niños perdonan al instante, su inocencia y positivismo provocan en ellos poner buena cara ante cualquier disgusto. Ellos nos enseñan que aprender a perdonar es esencial para llevar una vida más feliz.
Su imaginación vuela y definitivamente es una de las cualidades más grandes que tiene la infancia. Los pequeños son espontáneos, asumen riesgos sin temor a equivocarse, y no tienen prejuicios.
Son capaces de hacer amigos al instante, sin conocerlos y sin saber nada de ellos. No hay que olvidar que la amistad es un regalo invaluable ¿por qué no aprovecharlo?
A los niños no les da vergüenza expresarse libremente y llorar cuando sienten la necesidad de hacerlo. Sin duda es muy recomendable hacerlo, ya que es una excelente forma de desahogarse y liberarse del estrés.
Los niños son ejemplos de espontaneidad, de vitalidad, de amor por la vida. Para ellos no hay días oscuros, todo es de color en la vida. Las preocupaciones quedan a un lado, hay que liberarse de pensamientos negativos y aprender a vivir plenamente. Cuántas cosas podemos aprender de ellos.
No podemos negar que la sonrisa de los niños nos alegran el día. ¿Por qué no hacerlo nosotros también? Sonreír no solo te alegra a ti, sino que también a los que te rodean.