El lobo feroz se llamaba Caperucita. Cuentos infantiles
Cuentos infantil para niños a los que no les gusta ir al colegio
- Un cuento para niños a los que no les gusta ir al colegio
- El colegio deja de ser un lugar aburrido y complicado para la niña
El cuento de 'El lobo feroz se llamaba Caperucita' está dedicado a todos los niños a los que no les gusta ir al colegio, sea por la causa que sea. Tal vez este cuento les sirva para darse cuenta de que el colegio puede ser un lugar divertido en donde aprender.
Pero además, en este cuento encontrarás otros temas interesantes para los niños. Por ejemplo, el de cómo dominar las emociones. Cómo conseguir el autocontrol para dominar la ira o los miedos.
Un cuento para niños a los que no les gusta ir al colegio
En el mundo de los cuentos al revés también había escuelas, e igual que en el mundo real había niños y niñas a los que no les gustaba nada ir al cole.
Caperucita era una de esas niñas. Nunca le daba tiempo a acabar sus tareas, no recordaba bien muchas cosas que tenía que aprenderse, le parecía aburrido escucha al profesor y la mayoría de las cosas que tenía que hacer le parecían difíciles. Además, muchas veces también acababa pegándose o insultándose con la mayoría. Así que, definitivamente, el colegio para ella era bastante duro…
Caperucita, iba todo los días al cole pensando que el día iría bien y saldría del colegio muy contenta. Sin embargo, al final del día siempre salía enfadada. Algún compañero se metía con ella, su profesor, Mateo le regañaba por algo, y Caperucita acababa siempre por sentir ese nervio que le subía por todo el cuerpo y que le enfadaba tanto. Y soltaba algún tipo de gruñido indescriptible que nadie en su clase sabía interpretar. A decir verdad, aquel gruñido parecía el de un terrorífico lobo feroz. Y es que cuando Caperucita se enfadaba se parecía mucho a los lobos de los cuentos.
- Caperucita, no puedes seguir así- le decía Mateo -. Tienes que empezar a portarte mejor, estamos cansados de tus malos humos.
- Si yo lo intento pero no sé cómo hacerlo. Me enfado y es como si me convirtiera de verdad en un lobo que no sabe lo que hace – gritaba Caperucita a la vez que lloraba.
Mateo, viendo lo mal que lo estaba pasando Caperucita, decidió llamar a la abuelita y hablar con ella para pensar juntos cómo podían ayudarla. La abuelita, que era una persona con muchas ideas, enseguida ideó un plan. Para empezar, le pidió a Mateo que confiara en su nieta, y en lugar de enfadarse con ella siempre por no estar atenta o no hacer bien los deberes o por pelearse con la mayoría de sus compañeros, tratara de ayudarla y entenderla.
Después, cuando llegó Caperucita y juntas se sentaron frente a un buen plato de madalenas y una gran taza de chocolate, la abuelita decidió contarle su plan a Caperucita.
- Si sigues así, ese lobo feroz que aparece de vez en cuando va a terminar por comerse a Caperucita entera y que los demás vean solo al lobo feroz.
- Ya lo sé, pero cuando me entra el nervio no puedo controlarlo, ¡no sé que hacer!
- Caperucita, tú siempre llevas esa capa verde que te regalaron papá y mamá antes de irse, ¡¿verdad?!, ellos querían que la llevarás contigo para que te cuidara y estuvieras siempre bien. Bueno, pues esto es lo que puedes hacer a partir de ahora: cuando notes que el nervio te sube por la cabeza y la tripa, te subes la capucha verde y respiras profundamente. Y cuentas hasta cinco. Cuando termines, piensas: ¿¿estoy enfadada, o triste? Y buscas a alguien para contarle lo que te pasa.
El colegio deja de ser un lugar aburrido y complicado para la niña
A la mañana siguiente Caperucita llegó a la escuela contenta y nerviosa. Ese día Mateo, en lugar de enfardarse por los ejercicios sin hacer o mal hechos de Caperucita le explicó cómo hacerlo bien, y se ofreció a ayudarle para terminar el resto, cuando acabara la clase.
Muy sorprendida, Caperucita pensó que aquella mañana todo iba a salir bien y en efecto, las cosas iban mucho mejor que cualquier otro día del cole. Hasta que llegó el recreo. Y otra vez le entraron ganas a Caperucita de convertirse en un lobo feroz. Pero entonces, pensó en la abuelita y se dio media vuelta con su capucha puesta. Trató de respirar y respirar… Y entonces Peter, se acercó y le dijo;
- Oye, ¿quieres venir con Wendy y conmigo a jugar a los piratas?
La sonrisa de Caperucita no le cabía en la cara, no sabía si su capucha había hecho magia, o si eso de no salir corriendo a gritar y pegarse con sus compañeras le había salido bien…Y Caperucita, poco a poco, fue dejando que su lobo feroz desapareciera. Y la escuela ya nunca más fue un lugar horrible, sino un sitio donde sentirse bien, aprender, jugar a piratas y, lo más importante, hacer buenos amigos.
Cuento de Carolina Fernández. Ilustración de Brenda Figueroa.
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