La doula y el miedo al dolor en el parto
Cómo ayuda la doula a superar el dolor en el parto
- El papel de la doula en el miedo al parto
- Para dilatar en el parto es necesario relajar
Analizar el dolor en el parto es algo que muchos expertos han intentado y que ha hecho correr auténticos ríos de tinta. La autora Verena Schmid, por ejemplo, hace un fantástico análisis en su libro El dolor del parto. Como ella refleja, el dolor en el parto está siempre influenciado por más factores de los que se suelen mencionar.
Cuestiones físicas, psicológicas y emocionales se unen a las influencias ambientales referidas tanto al espacio como a las personas que nos rodean en el momento del parto para hacer que la percepción del dolor sea una u otra, dependiendo de cómo cada factor actúe en su momento. Por tanto, cada mujer en su parto tendrá percepciones distintas.
El papel de la doula en el miedo al parto
Las doulas no somos la solución definitiva para evitar el dolor del parto, no somos el milagro para tener partos sin dolor. Pero las doulas sí somos quienes nos sentamos con la mujer durante el embarazo e incluso en el parto, ofreciendo comprensión y apoyo que se traducen en seguridad y paz. Dos cosas que en el momento del parto son fundamentales.
Quizás sea ese motivo, uno de los que provocan que diversos estudios y meta análisis hayan documentado menor necesidad de anestesia epidural y mejor recuerdo del parto en aquellos nacimientos que han sido acompañados por doulas. Se trata de sacar miedos, inseguridades, nervios y tensiones para sembrar tranquilidad, seguridad, paz y confianza. Eso es lo que intentamos acompañando el camino de las mujeres al nacimiento de sus bebés: que cada mujer viva las olas de su mar del modo que desee, pero desde la tranquilidad y el apoyo que necesitan.
Para dilatar en el parto es necesario relajar
Por otra parte, tenemos esa palabra que tanto asusta a veces a las mamás y a los papás: contracción. Cuando alguien la nombra muchas caras cambian en una sala llena de mamás y papás en espera de su bebé. Evidentemente la palabra es absolutamente correcta, pues se trata de un espasmo de las fibras musculares que forman el útero, que en el momento del parto están en un intenso trabajo de contracción para que el parto sea posible. Pero ¿qué ocurre con ese término al nombrarlo? ¿Qué nos hace sentir? En general, se traduce en tensión y luchamos contra lo que significa. Nos ponemos más tensas cuando lo que necesitamos es precisamente lo contrario: dilatar. Y para que nuestro cuerpo lo logre una de las mayores ayudas es intentar relajar.
Es importante desterrar la asociación de dolor igual a enfermedad que tenemos absolutamente integrada y que en el caso del parto no es cierta. El parto no es una enfermedad, sino un proceso absolutamente natural y fisiológico que culmina con la celebración de una nueva vida, si todo sucede como esperamos. Con nuestra asociación entre la enfermedad y el dolor y de éste con el parto, conectamos directamente el parto con la enfermedad, haciendo que la inseguridad y el miedo aparezcan y apliquen una presión extra como factor psicológico y emocional durante el alumbramiento a la mujer.
Al margen de la existencia demostrada de partos naturales indoloros e incluso placenteros, el dolor es sólo un síntoma de que algo ocurre en nuestro cuerpo o de que va a suceder. Pero no es una enfermedad en sí, ni nos confirma siempre que aparece que una enfermedad nos llega o ya está instalada en nosotros. Si asumimos e integramos esto, romperemos la asociación: dolor igual a enfermedad, nuestra presión disminuirá, y con ella nuestra percepción del dolor.
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