La historia de mi primer beso a mi bebé, un susurro del corazón
Aún hoy en día me emociona recordar ese primer beso que le di a mi hija
- Mi primer beso a mí bebé sigue emocionándome
- Cada beso me recuerda de alguna forma al primero
Hoy en día ya sabemos todos los padres que educar con la vara de la autoridad a nuestros pequeños no ayuda a tener niños felices y seguros. Frases como ‘lo haces y punto’ o ‘porque lo digo yo’ ya son pasado. El presente es de los besos y las caricias. Y es que está demostrado que el defecto de cariño sí crea anomalías en la educación y felicidad de los pequeños, carencias que arrastrarán hasta su vida adulta. Por el contrario, el exceso de cariño no tiene contraindicaciones por ninguna autoridad ni Ministerio de la Felicidad.
Por ello, hoy queremos hablar de besos, máxima expresión de ternura y cariño. Todo un símbolo de amor y expresión de afecto. Octavio Paz dejó escrito que ‘un mundo nace cuando dos se besan’. Y eso es lo que pasó. Una vida nueva comencé cuando le di el primer beso a mi bebé. Pero, empecemos por el principio.
Mi primer beso a mí bebé sigue emocionándome
Desde el momento en el que supe que estaba embarazada mil preguntas y dudas me asaltaron. Y siempre una constante: ¿y si no sabemos reconocernos, sabré quererla? Aún no lo sabía, pero en nuestro primer beso estaba la respuesta. Y es que los besos son susurros directos al corazón.
Nueve meses de felicidad, pero también de miedos acabaron con un parto largo y doloroso. Horas y horas de espera. Sin embargo, siempre hay luz al final de túnel y sin saber bien cómo había pasado, en un instante mi bebé estaba ya en mis brazos. Comenzaban el piel con piel. El instinto protector me invadió de golpe. Me puse a contar dedos, a descubrir pliegues, a oler esa piel sonrosadita… Vamos, un examen médico en toda regla para acallar a mis miedos de que a mi pequeña pudiera pasarle algo. Supongo que todo ello no me llevó más que unos segundos, pero yo lo recuerdo con mucha intensidad.
Y una vez que supo y contrasté que mi bebé estaba bien y sano me inundaron las emociones. Se me encharcaron los ojos mientras una sonrisilla se tatuaba de por vida en mi cara. Llegaba el momento de las presentaciones. Con voz entrecortada le dije: 'soy mamá'. Y ella me respondió con leves gemidos. Ya teníamos nuestro idioma creado. Y nos entendíamos. La acaricié con mis torpes y temblorosos dedos. Suavidad y calor es lo que percibí.
Llegaba el gran momento. Besé su gordito moflete. Uffff. No hay palabras. Solo hablaba el alma. Y es que, en un beso se dice todo lo que callamos. Ahora y espero que siempre, se me eriza la piel al rememorarlo. Ese beso bien valía toda la angustia, todo el dolor, toda la lucha y toda la espera. Desde ese instante ya sabía quererla.
Cada beso me recuerda de alguna forma al primero
A veces pienso que lo he soñado, pero mi interior que dice que es tan cierto como que el sol sale todos los días por el este. Ella, por primera vez, abrió en ese instante los ojos. Me reconocía como madre y yo a ella como hija. En ese momento nació el vínculo, la unión que seguiré alimentando para que nunca se rompa o quiebre. Sus penas y sus alegrías fueron las mías desde ese primer beso.
Poco más de cuatro años han pasado desde ese momento y no ha habido día que no me haya comido a mi pequeña a besos. Nos damos besos de esquimal, de vaca, de mariposa… cualquier juego acaba en un beso y un abrazo. Y en cada beso siempre hay un matiz emocional de aquel primero.
Ahora mis favoritos son los de las buenas noches. Después del cuento, en su cama llena de peluches llegan los achuchones. Y justo, cuando cierra los ojitos y se acurruca le estampo el más tierno y último beso del día. Y es que, el beso a un hijo (bueno, y en cualquiera de sus manifestaciones) debería ser declarado Bien Inmaterial de la Humanidad.
¿Os animáis a recodar el primer beso que le disteis a vuestro bebé?
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