Las vacunas infantiles a debate

Las primeras vacunas que le pusieron a mi hijo, a los dos meses de vida, fueron impactantes para mi. Era la primera vez que veía sufrir a mi bebé cuando recibió una inyección en cada muslo y algo se me removió por dentro. Y es que durante los tres primeros años, los niños reciben hasta 36 inyecciones vacunales.

Vacunas infantiles, un recurso beneficioso para la salud infantil

Este importante cóctel de virus atenuados supone un gran impacto sobre su sistema inmunitario y aunque son muchos los beneficios, aún se desconocen las consecuencias negativas que esta prevención puede tener sobre su salud. Atendiendo a ésta y a otras razones, algunos padres se niegan a inmunizar a sus hijos enarbolando la bandera de la libertad de elección de los progenitores sobre la salud de sus hijos. No hay que olvidar que la inmunización es voluntaria, no obligatoria. Y este derecho a elegir es el que remarcan algunos padres.

Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las campañas de vacunación infantil han reducido la mortalidad por sarampión en un 78 por ciento, en los últimos 10 años. Una enfermedad temida por sus posibles complicaciones, entre ellas la encefalitis, la más grave, que puede causar daños cerebrales, parálisis, pérdida de audición, dificultades en el habla y alteraciones neurológicas.

En España, el 95 por ciento de la población infantil está vacunada contra este tipo de afecciones. La vacunación como protección individual no se puede imponer. Gracias a ella, muchas enfermedades están ya consideradas como erradicadas, pero cuando se produce un brote epidémico entre la población no vacunada y existe riesgo de transmisión, hay que empezar a pensar en el papel protector que ejerce la vacunación sobre la sociedad y vacunar a nuestro hijos adquiere incluso un punto de solidaridad.

Los padres objetores de la vacunación abogan por la medicina naturista, que utiliza tratamientos con hierbas y homeopatía para tratar las enfermedades. Mi sentido común me dice que las enfermedades víricas esto sólo no basta. Como es el caso del Sida, una buena parte de las inversiones en materia de investigación están destinadas a conseguir una vacuna, que logre frenar el contagio. Desde aquí, mis mejores deseos para que la tengamos pronto.

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