La ciencia acaba de dar una vuelta de tuerca más al tema de la infertilidad masculina al conseguir un reto que se llevaba persiguiendo desde la década de los años 70. Una vez más la realidad supera la ficción porque los científicos han logrado crear espermatozoides en el laboratorio mediante un método de cultivo.
Gracias a este descubrimiento, que se ha logrado de momento sólo con ratones, para
ser padre dentro de unos años no será imprescindible contar con
espermatozoides fértiles. Bastará con
una muestra microscópica de testículo y una técnica sofisticada de cultivo para madurar artificialmente en el laboratorio las células de ese tejido hasta convertirlas en esperma listo para fecundar.
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Este descubrimiento desarrollado por un equipo de la universidad de Yokohama, en Japón, y publicado en la revista
Nature abre un campo nuevo de posibilidades a todos los mamíferos. Por un lado, los biólogos tendrán la posibilidad de
detener la desaparición de ciertas especies en vías de extinción y cuando, más adelante, se pueda aplicar a la raza humana esta técnica
podría funcionar como una póliza de seguros de
fertilidad frente al temor de que, en algún momento de la vida, se produjera un daño en los
testículos del varón. Y es que, por ejemplo, hoy las técnicas de congelación permiten
congelar esperma a los varones diagnosticados con un tumor antes de empezar la quimio y la radioterapia, pero en los niños que aún no han alcanzado la pubertad no existe esta posibilidad. Sin embargo, si la nueva técnica funciona se podría contemplar la posibilidad de hacer una biopsia al testículo, tomar una muestra de tejido antes de comenzar el
tratamiento oncológico y preservar así su fertilidad. Por tanto,
los niños con cáncer y los varones adultos con pérdida progresiva de espermatozoides serían los principales beneficiarios. La producción de espermatozoides en mamíferos es un largo y complejo proceso difícil de reproducir fuera de la
naturaleza. Se necesitan 50 días para que las células precursoras de
espermatozoides (espermatogonias) se conviertan en esperma fértil en el interior de ese laboratorio natural que son los testículos. Los científicos japoneses han logrado imitar estas mismas condiciones y han conseguido que las células espermatogonias se convirtieran en espermatocitos, y después en espermátides hasta alcanzar el estado de espermatozoide. Todo el proceso se realizó en 42 días, casi el mismo tiempo que necesita la naturaleza. Las crías de roedor nacieron sanas y, lo más importante, son fértiles, pues no se ha detectado ninguna anormalidad en sus fases de
desarrollo o reproducción. Por el momento, son los primeros pasos de una investigación que promete ser larga hasta que llegue a testarse con garantías en humanos.
Marisol Nuevo.
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