¿Puedo controlar el mal genio de mi hijo?

¿Puedo controlar el mal genio de mi hijo?

Patro Gabaldón, Periodista
En este artículo
  1. Niños malhumorados
  2. La niña y los clavos. Cuento una niña malhumorada

Mi hija Ana es una niña estupenda, pero cuando era algo más pequeña nos dejaba boquiabiertos por la ira con la que se comportaba cuando se la contrariaba, ¡y siendo tan pequeña! (5 añitos). Ana por naturaleza tiene un carácter fuerte, y , a veces, también terrible. Recuerdo una situación que fue el inicio del fin de sus horribles prontos. Ahora no recuerdo el motivo por la que la regañé y le dije que se fuera a su habitación. Ella, fuera de control, me llamó tonta mientras se dirigía a su cuarto y dio un portazo tras de sí que retumbó la casa entera.

Niños malhumorados

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Cuando observé esta reacción exagerada de mi pequeña pensé: "¡ahora o nunca!, si no pongo fin a esto, puede que quizás nunca logre controlar su mal genio". Con la misma violencia que ella cerró la puerta, la abrí yo, la cogí de los brazos fuertemente y le dije no se le ocurriera nunca más comportarse así. Ella quedó perpleja ante mi reacción, se echó a llorar desconsoladamente; y una vez que estaba más tranquila hablamos sobre lo que había pasado. Ella estaba arrepentida, me dijo que se ponía muy nerviosa y, entonces, no podía controlarse.

Nunca me ha gustado la frase: 'yo soy así, no puedo cambiar'. Todas las personas podemos cambiar aquello que no nos guste de nosotros mismos. Quizás no podamos añadir un palmo a nuestra estatura, pero sí modelar o dulcificar nuestro carácter con fuerza de voluntad y entrenamiento. Tener un mal carácter hace daño fundamentalmente a aquel que se deja llevar por él. Por eso, os recomiendo esta preciosa historia para poder contársela a vuestros hijos malhumorados o temperamentales.

La niña y los clavos. Cuento una niña malhumorada

Esta es la historia de una niña que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que hiciera algo mal, debería clavar un clavo detrás de la puerta. El primer día, la niña clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que ella aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día.

Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y la niña pudo anunciar a su padre que ya no quedaban más clavos en la puerta... Su padre la tomó de la mano, la llevó hasta la puerta y dijo: "Has trabajado duro, hija mía, pero mira todos esos agujeros en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú haces cosas malas, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves".

Cuando insultas a alguien, le desprecias, le ignoras o le haces daño, haces una herida en su corazón. Luego, aunque le pidas perdón, en el corazón de la persona ofendida queda una cicatriz. Y eso es muy malo para tus relaciones con los demás. Sin embargo, hay algo mucho peor. Cuando haces una cosa mala, haces una herida en tu alma. Y, aunque esas heridas cicatricen, formarán una costra que te impedirá ser feliz y disfrutar plenamente de la vida.

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