Nuestro ejemplo es la mejor enseñanza para los niños

Por qué los padres piden a sus hijos que no griten cuando ellos son los primeros que lo hacen

Patro Gabaldón, Periodista
En este artículo
  1. Educar a los niños con el ejemplo

Sin duda alguna, tu ejemplo vale más que mil palabras a tu hijos. ¡Los niños se fijan en todo!, seguro que os habéis visto sorprendidos por sus curiosos y escudriñadores ojos, como si con su mirada tomaran nota de nuestros actos, ataran cabos o llegaran a conclusiones ¿Qué piensan nuestros hijos cuando nos miran así?

Seguramente piensan, con cierto sentido crítico y mucha razón, que quizás los papás no hacemos todo lo que les pedimos que ellos hagan. ¿Por qué mi mamá me dice que no grite y luego ella lo hace? ¿Por qué me dice que guarde mi abrigo, si luego ella lo deja encima de la cama?

Educar a los niños con el ejemplo

El ejemplo de los padres para los hijos

Los niños se dan cuenta muy pronto de que no siempre los padres predicamos con el ejemplo. Y no creo que sea bueno, cuando ellos pueda recriminarnos alguna de nuestras faltas, que les mandemos callar y les digamos el famoso refrán: "cuando seas padre, comerás huevos".

Aunque es verdad que los padres ocupamos un papel de director de orquesta en nuestra familia, debemos saber demostrar a nuestro hijo que también somos buenos instrumentistas y que también luchamos contra nuestros errores y debilidades, que son muchos.

Los niños interaccionan con el mundo y aprenden a dar sentido a la vida, a través de las respuestas a sus preguntas, tanto si nos las hacen a nosotros como si son ellos mismos los que se las responden. Los niños necesitan de nosotros cariño, comprensión, orientación, apoyo, escucha y... sobre todo, ejemplos a seguir.

Necesitan encontrar coherencia entre lo que les decimos y lo que hacemos. De esta manera podrán hacer propias y tomar como válidas las enseñanzas que les damos. Así, si les pedimos que sean ordenados, también debemos serlo nosotros, si les pedimos respeto, también nosotros debemos ser respetuosos. Los valores y las enseñanzas por sí solos quedan reducidos a nada, si no van acompañados de la vivencia y el ejemplo de sus padres.

La alegría, el sentido común, el cariño y el autocontrol lo aprenderán directamente de nuestro comportamiento, las acciones hablan por sí solas y todas las palabras sobran ante ciertos comportamientos. Nuestros hijos nos quieren y nos admiran, somos el espejo en el que ellos se ven reflejados, así nuestra alegría será su alegría, nuestra estima, nuestras emociones y nuestros comportamientos, también los suyos..

¡Ojalá no tengamos que escuchar eso de los errores y vicios de los padres se repiten en los hijos y, por el contrario, podamos escuchar que nuestras bondades y buen hacer quedan reflejados en ellos!

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