Cómo enseñar a los niños qué es el peligro

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  1. Bebés y niños precavidos, pero no temerosos

A partir de su primer cumpleaños, los bebés comienzan a dar sus primeros pasos y empieza para las madres un camino de seguimiento continuo para salvar a nuestros pequeños kamikazes de muchas caídas y golpes absurdos debido a la torpeza propia de sus movimientos iniciales. Pero si hay algo que realmente me tenía en vilo casi todo el día, era que mi hijo no veía el peligro. Su curiosidad era más fuerte que su incipiente capacidad motora y se arriesgaba mucho para alcanzar o tocar cualquier cosa.

Bebés y niños precavidos, pero no temerosos

Bebé en silla

Y es que su inagotable energía, su motivación alimentada por el dominio de nuevas habilidades psicomotoras y su enorme curiosidad le convertían en una especie de artista de circo en busca del más dificil todavía en equilibrio, trapecio y malabares. De modo que para evitar accidentes o, en el mejor de los casos, sustos innecesarios por sus trastadas, intentaba anticiparme a lo que pudiera ocurrir. Así, reconozco que estaba mirándole todo el día, vigilándole a ver qué hacía, nunca le dejaba sólo y cuando no escuchaba ningún ruido, siempre pensaba en lo peor, en la trastada que estaba organizando. 

Además, nunca perdía la oportunidad de explicarle dónde estaba el peligro en cada situación. Si, por ejemplo, había cogido del armario el detergente para poner la lavadora, le explicaba que eso no se comia, ni debía llevárselo nunca a la boca, si encendía el horno o el fuego de la cocina, le explicaba que eso quema la piel y hace daño... Y así con todo, con tal de enseñarle, algunas normas básicas de seguridad, para que él mismo se mantuviera lejos de los peligros. Aunque aún no hablaba, sabía que me comprendía perfectamente.

Reconozco que me armé de paciencia, confiada en que después de insistir mucho, todo aquello acabaría dando sus frutos y terminaría valorando sus ganas de explorar en función del peligro que entrañara esa acción en concreto. Con el tiempo descubrí que había hecho lo correcto, aunque los niños aprenden a base de golpes y en función de su maduración en cada etapa de su desarrollo.

Por este motivo, nunca está de más adaptar la casa con medidas de seguridad a prueba de niños: coloqué cierres de seguridad en las ventanas, vallas en las escaleras y en la terraza, puse protectores en los enchufes de la luz, almohadillas en las esquinas de los muebles, principalmente en las mesas, guardé en armarios altos o bajo llave las medicinas, los productos de limpieza e higiene y despejé todo lo que pudé la casa de obstáculos. Aún así no se libró de una brecha y varios moretones por caídas.

Además, en nuestro afán por enseñarles el peligro es importante no caer en la sobreprotección. Ellos deben aprender por sí mismos y la sobreprotección paterna o materna les limita. Así, antes de evitar que suba o baje un bordillo, diciéndole 'no, que te caes', es más recomendable darle la mano para que lo haga, pero con seguridad. No obstante, a la hora de cuidarles es importante tener en cuenta que conviene estar más pendientes de ellos a la caída de la tarde, momento en el que están más cansados y, por tanto, más activos y más torpes. También es importante que se desfoguen en el parque para que en casa estén más tranquilos. Toda esta educación tiene un objetivo final y es que los niños dejen de ser temerario y se vuelvan precavido, pero no temerosos.

Marisol Nuevo. Redactora de Guiainfantil.com

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