Juegos peligrosos para bebés

Lo que nunca debes hacer al bebé a la hora de jugar o moverle

Patricia Fernández, Periodista
En este artículo
  1. Los 5 juegos y movimientos peligrosos que nunca debes hacer con un bebé

Por mucho que lo hayas oido a tus abuelas, madres y vecinos, avisamos: los bebés no son de goma, a veces se rompen.

Existen juegos y movimientos que hacemos con los bebés de toda la vida que pueden producir lesiones irreversibles e incluso la muerte.

Te contamos cuáles son los 5 juegos más peligrosos que nunca debes hacer con un bebé.

Los 5 juegos y movimientos peligrosos que nunca debes hacer con un bebé

Juegos peligrosos para bebés

1- Zarandearlo: Está claro que los bebés lloran, y a veces lloran y lloran, poniéndonos los nervios a flor de piel. Se nos hincha la vena del cuello y nos desesperamos. Así que, en ese momento de locura instantánea, se nos ocurre la solución más inteligente del mundo: “lo zarandeamos”, por que con eso no callaremos al bebé pero nos desfogaremos un rato.

Genial, ahora tienes un bebé asustado que llora más que antes, y tú sigues igual de desesperado, pero sabiendo que has podido causarle un daño cerebral al niño.

Cuando mueves al bebé de delante hacia atrás con fuerza, es lo mismo que si movieras un badajo dentro de una campana, o como si tú hubieses sufrido un accidente de tráfico frontal. Es decir, la frágil y débil musculatura del cuello del bebé, no sujeta su cabeza, y el movimiento brusco hace que su pequeño cerebro se golpee contra los huesos del cráneo, provocando daños cerebrales graves, hemorragias oculares, desprendimiento de retina, lesiones en la médula espinal, e incluso la muerte.

Así que la próxima vez que tengas ganas de desfogarte mejor vete al gimnasio, pega unos saltos o haz yoga.

2- Dar vueltas al bebé agarrándole de los brazos o manos: A los niños les encanta que les den vueltas, y cuanto más mareados se quedan más gracioso les parece. Pero vamos a recapitular bien. El niño sufre en su cuerpo dos presiones opuestas; por un lado la de la inercia que le empuja a salir volando hacia el espacio, y por otro, el de la mano de su padre que le agarra como si no hubiese un mañana. Podríamos pensar que eso es bueno para crecer, si se tratase de la inquisición, pero no es así. El niño no solo no crece sino que puede sufrir una lesión llamada “Codo de niñera”, que significa que se le sale el hueso del codo de su sitio, así como el ligamento y que duele mucho.

Como solo se trata de que el niño lo pase bien, pues mejor que le cojas de las axilas si quieres darle vueltas o le montes en un Tío Vivo homologado.

3- No tires del brazo del niño cuando se tire al suelo. Muchos niños se tiran al suelo cuando les da la pataleta, así que nosotros les cogemos del brazo y tiramos con fuerza para que se levante. Incluso lo llevamos del brazo contra su voluntad por toda la calle mientras berrea y berrea. Bien, es lo más común del mundo, pero todavía recuerdo la cara de susto de mi madre cuando le sacó el brazo del hombro a mi hermano. Tuvimos que ir al hospital a que se lo colocasen y desde entonces se le salía constantemente. Nunca ha podido ser un tenista de élite y ahora es médico.

4- No lo lances al aire, te aseguro que no atravesará la atmósfera, la fuerza de la gravedad es demasiado potente. Pero al niño le encanta ese vacío interior en la tripilla, y aunque lo hayas hecho mil veces y nunca ha pasado nada, depende de la fuerza que tengas puede ser que sufra las mismas secuelas que el síndrome del bebé zarandeado, especialmente durante los primeros meses de vida.

5- La famosa voltereta de padre. ¿A quién no le han dado una voltereta entre sus piernas?, es uno de los recuerdos más emocionantes de mi vida infantil. Pero claro, yo iba creciendo y creciendo y pedía “Papá dame la voltereta” y mi padre sacaba todos sus músculos para intentar sostener mi peso y me daba la voltereta con cara estreñida, hasta que un día la cabeza me dio contra el suelo porque ya era casi tan larga como él. La cara de mi padre fue un poema, ya que casi me rompo el cuello. Entonces fue cuando me di cuenta de que era hora de dejar las volteretas y ponerme a jugar al parchís, que es mucho menos peligroso, aunque me coman las cinco fichas y se cuenten 20.

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