El bombardeo de consejos a una mamá primeriza
- ¡Qué agobio es ser hijo de una mamá primeriza!
La mayoría de las madres no nos preparamos durante el embarazo para la que se nos viene encima cuando tenemos a nuestro bebé. Si lo miro desde la perspectiva del tiempo, pienso ahora, que no era para tanto, pero como no sabía, todo se me hacía un mundo. Y es que la experiencia es un grado y, sobre todo, en el caso de la maternidad. No es lo mismo criar al primer hijo que al segundo. El segundo se disfruta más porque es realmente placentero criar a un bebé con la lección bien aprendida.
¡Qué agobio es ser hijo de una mamá primeriza!
Una de las situaciones que más me sacaban de quicio en aquellos primeros días, ¡qué digo días... meses! en que acababa de tener a mi bebé, era acudir a celebraciones, llamense cumpleaños, comuniones, bautizos o reuniones de amigos. Los preparativos para acudir a estas citas no consistían en arreglarse y poner monísimo a mi bebé, también había que preparar la bolsa del bebé, que cada vez era más grande y pesada porque había que meter de todo para contar con una solución para cualquier imprevisto.
Una vez en el lugar de la reunión empezaba el baile para nosotros. Todo el mundo se acercaba al bebé, como atraídos por un imán, para decirle lo bonito que era y lo grande que estaba, mientras le hacían un sinfín de muecas extrañas... ¡mi bebé debía de alucinar! ¿Qué pasa hoy que todo el mundo se ha vuelto loco? Manos extrañas me tocan, me tirán del moflete, mueven objetos delante de mi cara, me dan besos con olor a maquillaje, me cogen, me levantan y me elevan y me cantan personas a la que no recuerdo o que nunca había visto... Mi bebé no entendía nada y entonces se ponía a llorar.
Sin embargo, su mamá tenía que aguantar el tirón y cada vez me ponía más nerviosa. En aquellos momentos, con la inocencia de una mamá inexperta que necesita una solución inmediata para calmar a su bebé, cualquier antídoto me parecía bueno. Las madres primerizas no nos fiamos de nuestro instinto, hacemos caso a los demás, cuando en realidad sabemos que nadie en el mundo entiende al bebé como nosotras.
Es entonces cuando llega el momento de oir, que si llora será porque tiene hambre. ¡Dile a mamá que tienes hambre...! Ufff!!! Y aunque sabes que acaba de comer hace una hora y media, sacas el seno delante de todo el público allí congregado e intentas consolar a tu bebé con su alimento favorito. Cuando el recurso del hambre no funcionaba, entonces era que tenía sueño...
¿Cómo hacerse con aquella situación sin estar segura de lo que realmente le pasaba a mi hijo? Ponle el chupete era otro de los recursos favoritos de todo el que pensaba que sabía qué había que hacer. Pero mi bebé no tenía piedad. Con su tierna manita se sacaba el chupete de la boca y trataba de lanzarlo con fuerza en dirección a todo el personal.
Hasta que llegó el último recurso: puede que esté sucio. ¡Sí, me voy a cambiarle el pañal! Aquellas palabras debieron sonarle a mi bebé a salvación. Cuando le tenía en el cambiador, en un lugar alejado de todo aquel tumulto de gente que no paraba de agobiarle y le quité el pañal, su rostro enfurecido se transformó en una inmensa sonrisa. Le dejé un ratito estirar y mover las piernas a su aire, le hice un pequeño masaje y cuando ya limpito le acurruque entre mis brazos en medio del silencio, la paz y la tranquilidad de la habitación de al lado, en a penas unos minutos, se quedó dormido. Y pensé, ya no me vuelve a pasar.
Marisol Nuevo.
Glòria Vives. Ilustradora y autora del libro 40 semanas. Crónica de un embarazo.
Ilustración: Dile a mamá, de Glòria Vives.
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