Educar a los hijos con amenazas para que obedezcan no funciona
Amenazar a los hijos para que nos hagan caso no funciona a largo plazo
- El error de educar a los hijos con amenazas
- Por qué no debemos educar a los hijos con amenazas
He leído en algún lado que educar con amenazas o gritos es violencia psicológica. Suena un poco fuerte pero sí, tiene todo el sentido, siempre y cuando sea una actitud que se repita de forma constante.
Yo creo que las amenazas son ese recurso que empleamos los padres para lograr que nuestros hijos obedezcan cuando carecemos de otras estrategias. Puede resultar al principio o en algún momento determinado pero, educar a los hijos con amenazas para que obedezcan, no funciona a largo plazo.
El error de educar a los hijos con amenazas
¿Quién no ha recurrido a las amenazas en algún momento para lograr que el niño obedezca? Seguro que te ves reconocido en alguna de estas frases:
- Cómo no recojas tus jueguetes de una vez, los tiro todos a la basura.
- O dejas de cantar en la mesa o te levantas y no cenas.
- Un grito más y no vas al cumpleaños de tu amigo.
- Si vuelves a pegar a tu hermana, no juegas a la Play en una semana.
- Haz los deberes si no quieres irte a la cama sin tele.
- Cómo no guardes tu ropa inmediatamente, no vamos al parque.
Educar a los hijos con amenazas para que obedezcan es muy común, echamos mano de este recurso porque creemos que es lo único que hará que cale nuestro mensaje. Sin embargo, no es así.
¿Cuántas veces has tirado los juguetes a la basura? o ¿le has prohibido ir a un cumpleaños?, ¿le has llegado a dejar sin cena porque no paraba de canturrear?
Pues bien, esa es la principal razón por la que las amenazas no funcionan: la mayor parte de las veces no las cumplimos. Principalmente porque en el fragor de la batalla nos calentamos y nos sale un castigo desproporcionado a la acción y, en frío, somos incapaces de llevarlo a cabo.
También porque si cumpliéramos todas las amenazas que lanzamos en un día, tendríamos a los niños metidos en la habitación mirando al techo.
Lo que ocurre cuando lanzamos amenazas que no cumplimos es que nuestros hijos, acaban aprendiendo que son palabras lanzadas al aire. Ya podemos estar rojos de ira y echando espuma por la boca que saben que van a ir al cumpleaños y que al día siguiente jugarán con todos sus juguetes porque seguirán ahí, en su habitación, colocaditos y relucientes.
Puede que tu eres de los que cumples las amenazas, todas, puede que tus hijos no vean televisión o durante un par de días no jueguen con la Play pero, si al final del día, has recurrido a todas las amenazas imaginables para lograr que te hagan caso, estás sentando una base errónea en la educación de nuestros hijos.
Educar con amenazas es educar con el miedo y esto, tiene mal pronóstico a largo plazo. Cuando el niño vaya creciendo, las amenazas sólo lograrán el efecto contrario al deseado... ¡la rebeldía!
Por qué no debemos educar a los hijos con amenazas
Educar a los hijos con amenazas se basa en utilizar el miedo para lograr una conducta determinada:
- La amenazas no crean un clima de seguridad y confianza en la familia.
- No les estamos explicando qué esperamos de ellos, les pedimos que obedezcan sin rechistar, convirtiéndoles en personas sumisas, sin criterio.
- Para educar a los niños hemos de ser coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos, sino perderemos el respeto de los niños.
- Cuánto más se use la amenaza y el castigo, más ineficaz es.
- Es un método que encierra cierta violencia (seguro que a nosotros no nos gustaría que nuestro jefe nos amenazara).
- Este modelo de educación está basado en una carencia nuestra como padres, debemos encontrar estrategias menos autoritarias y más positivas y pedagógicas.
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