Por qué los niños no necesitan ser los mejores

Por qué educar al niño para que sea feliz, no el mejor

Estefanía Esteban, Periodista
En este artículo
  1. Por qué no debes educar a tu hijo para ser el mejor, sino feliz
  2. Cómo educar al niño para que sea feliz

Desde que nacen, les pedimos ser los mejores: hablar pronto, aprender a leer el primero, demostrar cuánto inglés sabe. Ser el mejor, siempre el mejor. Sacar las mejores notas, conseguir el cinturón negro de judo, ser el máximo goleador en cada partido... No nos damos cuenta, pero lo hacemos. Basta preguntar... ¿y tu amigo...qué nota sacó tu amigo? 

Pero los niños no necesitan ser los mejores. Lo que necesitan es ser felices. Los expertos alertan del peligro de esta educación basada en la competitividad. El resultado puede ser devastador para el niño. 

Por qué no debes educar a tu hijo para ser el mejor, sino feliz

Por qué no debemos pedir a nuestro hijo que sea el mejor

Los niños nacen con un don. Siempre hay algo en lo que brillará. Un don que le hará especial, único. No hace falta exigirle que sea el mejor en todo. El mejor en matemáticas, en arte, en todos los deportes... No hace falta que sea el mejor, sino que sea feliz

Educadores y psicólogos ponen la voz de alerta: hacer a un hijo competitivo y exigirle ser el mejor, puede ocasionar en él todos estos problemas: 

1. Frustración: La competitividad constante no crea más que frustración y estrés, porque no siempre conseguirá lo que se propone. Exigir demasiado a un niño hace que sienta que defrauda, a él mismo y a sus padres. Y lo peor: estos niños crecerán con un constante miedo al fracaso. 

2. Baja autoestima: Si un padre está exigiendo constantemente a su hijo ser el mejor en todo, lo único que consigue es que no confíe en sus posibilidades. Es normal: él se esfuerza pero le exigen más y más... es decir, que el niño acabará pensando que no es capaz de lograr lo que le exigen sus padres porque nunca llega a ser perfecto.

3. Desconfianza: La competitividad crea desconfianza en los demás. Y además les arrebata la libertad de vivir su infancia en plenitud.

4. Pérdida de valores: Es difícil competir con los demás sin caer en sentimientos como los celos, la ira, el temor. Muchas veces, el niño terminará sacrificando valores positivos como el compañerismo o la solidaridad en pos de sus beneficios. 

5. Infelicidad: Al final, un niño que se pasa el día compitiendo con el resto, no es feliz. Es algo que le han impuesto, no que él ha buscado. No es su camino: es el camino que le han trazado sus padres. ¿Puede un niño ser feliz sin sentirse libre para elegir su propio camino? ¿Puede un niño ser feliz sin disfrutar de lo que aprende a su propio ritmo?

Cómo educar al niño para que sea feliz

Recuerda: educa a tu hijo para ser feliz, no para ser el mejor. ¿Cómo?

1. Ayúdale a disfrutar con lo que le gusta y a sacar el mejor partido de sí mismo, descubriendo en qué destaca o qué es lo que más le gusta.

2. Ayúdale a cumplir sus sueños, no los tuyos.

3. Deja que viva su infancia como un niño, no como un adulto. Si insistes en que compita desde pequeño, crecerá como un adulto vacío y con problemas emocionales. 

4. No le des todo hecho. Deja que aprenda de sus errores. Esto aumentará su confianza en sí mismo.

5. Enséñale a superar sus frustraciones. Que nada le detenga. Explícale que durante el camino tropezará y que debe volver a levantarse para seguir el camino. 

6. Enséñale valores que llenarán su vida y le aportarán sin duda, felicidad. Por ejemplo, la bondad, la solidaridad o la empatía. 

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