La relación amor-odio de los hermanos mellizos y gemelos
- La relación “Ni contigo ni sin ti” de los hermanos mellizos
Estoy en un momento del crecimiento de mis dos hijas mellizas en el que, o me siento a deleitarme entre risas con sus divertidas conversaciones surrealistas e imaginativas, o me pongo unos cascos insonorizados, de esos grandes y acolchados que se llevaban en los 80 y que tanto veo a los chavales en la calle últimamente. Y es que su relación oscila entre el amor y el odio a partes iguales.
La relación “Ni contigo ni sin ti” de los hermanos mellizos
Desde que nacieron han vivido íntimamente ligadas la una a la otra; se han separado lo estrictamente necesario y eso ha provocado una unión muy especial, para lo bueno y para lo malo. Eso significa que, cuando están de buenas, es muy divertido verlas juntas; se apoyan mutuamente, juegan juntas, se ríen juntas, intentan contarse sus problemas del colegio y, con tan solo 7 años, se dan mejores consejos para enfrentarse al mundo que cualquier doctor en psicología.
Pero también existe un lado salvaje donde la confianza extrema hace que, cuando una está aburrida, la mejor diversión del mundo sea meterle el dedo en el ojo a la otra, cuando no chincharla hasta la extenuación, y eso últimamente es muy a menudo a mi pesar.
Dicen que los hermanos de diferentes edades también tienen sus peleas, pero realmente tener la misma edad hace mucho más complicado todo. Para empezar no hay nadie mayor en el que fijarse, sino que tienden a ser rivales en igualdad de condiciones. Tampoco se sienten responsables de cuidar a un hermano menor, sino que deben cuidarse mutuamente y eso provoca que uno tienda a dominar más que el otro.
Hacer los deberes en la misma mesa se convierte en una misión imposible, sobre todo cuando no son las mismas tareas. La competitividad de quién va más adelantada en el libro de matemáticas o sociales se convierte en la primera discusión del día, a partir de ahí los nubarrones empiezan a empañar lo que queda de tarde y, en ocasiones llegan a los tirones de pelo, lanzamiento de peluches y, por supuesto, gritos huracanados que me dejan los nervios a la vista y unos ojos de loca que me doy miedo a mí misma.
El caso es que, tras llevar a cabo más conciliaciones que un juez de paz, he decidido que de vez en cuando tienen que poner las cosas en su sitio sin mi ayuda y resolver sus propios problemas, así que cuando oigo que empiezan a pelearse hago oídos sordos y, tras cien respiraciones de yoga y una abstracción del tema que ni el Dalai Lama durante unos 10 minutos, resulta que ellas solitas se han puesto de acuerdo y encima se están riendo juntas.
Me he dado cuenta que tomar parte era contraproducente porque aumentaba su indignación ante una posible injusticia por mi parte, ya que muchas veces intervenía en medio de la discusión y efectivamente no sabía qué es lo que había pasado, así que castigaba a las dos.
Tener mellizos es una gran ventaja porque la unión que tienen entre las dos hermanas es tan fuerte que supera el amor que sienten por nosotros. Cuando dibujan a la familia, la persona más importante es la otra, y eso las hace sentirse seguras. Por otro lado, yo como madre no puedo evitar preocuparme al pensar que si algo le ocurriera a alguna de ellas a la otra le sería muy difícil superarlo. Pero dejando malos pensamientos a un lado, ya os digo que la relación entre este tipo de hermanos es tan especial, un “ni contigo ni sin ti”, que realmente da envidia verlas.
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