El efecto mágico que la sorpresa provoca en el cerebro de los niños
Lo novedoso y lo inesperado en educación capta la atención de los niños siempre
- La rutina versus la sorpresa en la educación de los niños
- Al cerebro de los niños le gustan las sorpresas, la novedad y los cambios
La sorpresa es una emoción ligada de manera natural a los niños, estrechamente unida a la inocencia, a la capacidad de impresionarse ante lo inesperado; es como la magia, una cautivadora ilusión que fascina y sobresalta. A través de la sorpresa, los educadores o los padres podemos motivar el aprendizaje en ellos, y es que no hay que olvidarnos del efecto mágico que la sorpresa provoca en el cerebro de los niños.
La rutina versus la sorpresa en la educación de los niños
La rutina y el orden son aspectos fundamentales en la educación y en la formación. La planificación y organización diaria en cualquier ámbito (hogar, escuela…) en la que los niños conocen previamente lo que tienen que hacer o lo que va a suceder, les da tranquilidad, confianza y seguridad en ellos mismos.
A la vez estos hábitos hace que sirva para consolidar conocimientos, adquirir hábitos e ir desarrollando poco a poco métodos de trabajo estables. Sin embargo, en un momento dado introducir en esa rutina una variable inesperada, algo con lo que no contaban ni podían predecir, puede tener efectos muy positivos en su aprendizaje.
Trabajar el efecto sorpresa con los niños en el ámbito educativo es un ejercicio de ilusionismo muy favorable. La sorpresa no deja de ser un truco para llamar la atención sobre el tema que deseamos tratar. Lo novedoso y lo inesperado en educación suele ser algo muy seductor que atrapa el interés del niño, especialmente, cuando la rutina y lo establecido en el día a día son la tónica habitual, pudiendo llegar a crear cansancio, fatiga mental o proporcionar respuestas muy parecidas y mecánicas por efecto de la costumbre.
Al cerebro de los niños le gustan las sorpresas, la novedad y los cambios
Preparar una sorpresa tiene su liturgia. Quienes trabajamos con los más pequeños o los tenemos a nuestro alrededor, ostentamos el poder y la magia para crear situaciones sorprendentes, por tanto, debemos apelar todo lo que podamos, a la reserva de inocencia que seguro que todavía conservamos. ¡Sin magos no hay magia!
Conocer a nuestros niños y sus respuestas es muy útil para que la sorpresa tenga éxito. Se trata de cambiarles el paso, de presentarles la realidad de una manera diferente a la habitual. Puede ser una simple nota anónima encima de la mesa con una pista o un paquete misterioso en el que se oculta algo o que, de un día para otro, las cosas hayan cambiado de sitio sin ninguna razón. Se necesita un detonante, una varita mágica que cree el efecto de la ilusión.
El aprender, el interés por descubrir, la curiosidad, la observación, la escucha, la reflexión y el análisis deben ser la base de una actividad basada en la sorpresa. Con la sorpresa trabajamos aspectos fundamentales para el aprendizaje: la flexibilidad cognitiva, la anticipación, el razonamiento, la empatía, las emociones o el control emocional y la reflexión.
Una vez conseguida la atención del niño se libera en él el deseo por descubrir lo que se oculta, lo que inevitablemente hace que el cerebro se active. Llegan entonces las preguntas, que buscan respuestas, se crean expectativas ante lo que tienen delante sin filtros ni prejuicios.
Cuando surge el interés del niño por la sorpresa, cuando ya hemos captado su atención, cuando nos miran, es la oportunidad para que entre en escena el mago y su capacidad para llevar al público hacia su objetivo, desvelando solo aquello que a él le interesa.
Al igual que el mago, el educador tiene una estrategia preparada para dirigir la situación. Hace preguntas, estimula el lenguaje buscando respuestas, plantea situaciones, hipótesis, deja que los niños piensen, engatusa con su verbo direccionado la actividad hacia su objetivo. Se trata de que todas las capacidades mentales estén a pleno rendimiento, promoviendo, que la necesidad por descubrir la realidad que se oculta vaya creciendo con intensidad.
Finalmente, una vez que la realidad es descubierta, que el truco ha salido bien, llega el momento en el que se libera la magia, abriéndose de par en par la ventana de las emociones, dejando que fluyan los sentimientos, las impresiones, las alegrías y puede que hasta las decepciones.
Lo que queda después es muy interesante porque deja un camino despejado hacia nuevos aprendizajes, despertado su curiosidad, les hemos motivado y hasta hecho pensar. En nuestras manos está saber aprovecharlo.
Podemos, de vez en cuando, ponernos la capa de mago y cautivar mediante la sorpresa a los niños, creándoles ilusiones, nuevas realidades, provocando aprendizajes diferentes. Estoy seguro de que con este ejercicio también nos sorprenderíamos nosotros al encontrarnos con el niño que llevamos dentro y disfrutando con esa dosis de inocencia que alimenta nuestras emociones.
Y es que como dice el informe 'Propuesta educativa para trabajar las emociones básicas en Educación Infantil', elaborado por la Universidad Internacional de la Rioja, 'cada acontecimiento nos afecta emocionalmente y es, por tanto, necesario que sepamos entender y regular nuestras emociones y las de los de nuestro alrededor'.
Allí donde hay sorpresas se liberan emociones y, de la mano de éstas, vienen los aprendizajes que forman parte de la vida. Allí donde hay vida, siempre hay algo de magia.
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