Educar sin castigos - Las consecuencias educativas mejoran la conducta
Los castigos no educan en la responsabilidad a los niños; los límites, sí
- Terribles consecuencias de educar con castigos a los niños
- ¿Qué son las consecuencias educativas para los niños?
- Deja de castigar a tus hijos y pon límites desde el respeto
Castigar a los niños cuando no hacen algo como deberían no educa en el respeto y la empatía, pero hablar de las consecuencias sí lo hace, sobre todo si queremos que aprendan a ser responsables y capaces. Y es que poner límites y consecuencias naturales y educativas resulta más adecuado para que nuestros hijos se den cuenta poco a poco de qué pueden hacer y qué no y por qué motivos. La psicóloga María José Ferrerós y el pedagogo Andrés París nos dan las claves para que sepamos cómo educar sin castigos.
Terribles consecuencias de educar con castigos a los niños
Cuando un niño se siente amenazado por su padre o madre: 'te doy a dar un cachete como sigas así', 'te has quedado sin ir al parque por portarte mal', 'ya no sales de tu habitación'... puede suceder que desarrolle la indefensión aprendida, es decir, que lo vea como algo normal y lo extienda a otros ámbitos de su vida. Sobre todo cuando usamos el castigo físico, también puede ocurrir que el niño o la niña también responda con golpes o las amenazas, pues es el ejemplo que ve de sus padres, sus modelos directos.
Además, si un niño interioriza que esto es así, es decir, si lo normal es que cuando algo no resulta como queremos se debe castigar o amenazar, si en su vida se topa con un adulto o compañero que le trate mal, no sabrá buscar ayuda de ningún tipo. No tendrá alternativas para saber cómo actuar más allá de los golpes o las reprimendas.
Por otro lado, su autoestima y su autoconcepto se empobrecen, en lugar de verse capaces de hacer las cosas se verán a sí mismos con escasas habilidades. A fin de cuentas, los castigos no llevan a reflexionar y ser responsables, sino a acatar las normas porque sí, para que no nos castiguen. Por lo tanto, podemos determinar que los castigos no educan a los niños.
¿Qué son las consecuencias educativas para los niños?
Los castigos nunca pueden ser educativos, al igual que la envidia no puede ser sana. Lo que realmente funciona a la hora de educar a los hijos son las consecuencias educativas y naturales: las que surgen como resultado a un comportamiento no deseado. Y en este sentido, ¿qué es lo que debemos tener en cuenta? ¿Cómo podemos identificar las consecuencias educativas?
- Lo primero de todo es que las consecuencias han de ser reconocidas por ambas partes, es decir, por padres e hijos. Si los niños saben cuál es la consecuencia determinada de cada una de las acciones, no podrán poner pegas ni argumentos en contra cuando no se comporte como se ha acordado. Esto es muy diferente a los castigos, pues estos no se acuerdan ni comunican con anterioridad al niño.
- Deben ser realistas y poder cumplirse. ¿De verdad no le vas a dejar ver nunca más la televisión? En lugar de dejarte llevar por tu enfado, haz acopio de todo tu razonamiento.
- Por otro lado, las consecuencias han de ajustarse a la edad de los niños, es decir, ser razonables y entendibles por nuestros hijos. Si le decimos a un niño de 5 años que papá no va a jugar con él en toda la tarde, ¿no crees que será visto por el pequeño como que no ya le quiere? ¡Es un castigo cruel!
- Deben tener un sentido, están hechas para aprender y tener una buena convivencia y no porque mamá y papá se enfadan y por eso quitan cosas a los hijos sin más argumentos. Recuerda que el fin de estas consecuencias es mejorar sus comportamientos y actitudes para que puedan aprender a ser responsables y respetuosos.
- Y, por supuesto, han de ser proporcionadas y adaptadas a las circunstancias. No podemos excedernos en cuanto a la consecuencia ni tampoco poner una detrás de otra o que esta esté distanciada del comportamiento.
- Además, tengan la edad que tengan tus hijos, hazles ver la emoción que despierta en ti su comportamiento. Es decir, muéstrales que rechazas su conducta, no a ellos. Por ejemplo, 'Tu forma de actuar en casa de los abuelos me ha hecho sentir triste porque has molestado a la abuela, ¿crees que tu forma de hacer las cosas se puede mejorar?' Así, además de ponerse en tu lugar, se darán cuenta de que las acciones de las personas generan sentimientos y consecuencias en los demás.
Deja de castigar a tus hijos y pon límites desde el respeto
Seguramente ahora estés pensando que va a ser muy complicado lograr que tu hijo te haga caso, que, por poner un ejemplo, recoja su habitación, sin decirle que de lo contrario se va a quedar sin ver la televisión. Pero lo cierto es que se puede poner límites desde el respeto, la empatía y las consecuencias naturales y entendibles.
- Antes de dar un cachete a tu hijo, párate a pensar unos segundos, ponte en su lugar. ¿A ti te gustaría que te trataran así, con esa violencia?
- Apuesta por el diálogo. En lugar de imponerte por la fuerza deja que tu hijo se explique sobre lo que ha pasado y comenta con él por qué sí o no y por qué puede o no puede hacer algo.
- Cuando se trata de comportamientos repetidos, él ya sabe que tiene que ser responsable de su tarea, no le amenaces con un castigo, sino con una consecuencia directa derivada de sus actos: 'Te has vuelto a olvidar de la tarea, así que en lugar de ir a dar un paseo tendrás que hacerla ahora'.
- ¿Y sabes qué otra cosa resulta de gran ayuda para mejorar su comportamiento y evitar la culpa? Ofrecerle tu ayuda y tu cariño: 'si quieres que te ayude con la división me lo puedes decir y después podemos hacer algo juntos'.
Con el fin de potenciar las actitudes o acciones correctas que tenga tu hijo, no te centres solo en lo negativo o en lo que ha de mejorar y sí en darle el refuerzo positivo: 'cuánto te has esforzado poniendo hoy la mesa', 'me gusta mucho cuando ayudas a tu hermano pequeño; seguro que te lo agradece mucho'.
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Bibliografía
- Horno Goicoechea, P. (n.d.) Castigo físico y psicológico en España. Save the Children. Disponible en: https://www.savethechildren.es/sites/default/files/imce/docs/castigo_fisico_psicologico_infancia.pdf