La receta para conseguir niños felices con inteligencia emocional
El ejemplo es la mejor herramienta para que nuestros hijos aprendan
- Los ingredientes para unos niños felices y con inteligencia emocional
Si te pregunto qué es lo que más deseas para tu hijo, la respuesta que me darás -estoy segura de ello- es que sea feliz. Si te pregunto qué más quieres, las respuestas pueden ser más variadas. Quizá me digas que quieres que sea cariñoso o puede que agradecido, generoso, autónomo, independiente... Todo ello pasa por conseguir que los niños tengan inteligencia emocional. Pero, ¿esto cómo se consigue? ¿Existe una receta mágica? ¿Qué podemos hacer los padres? ¡Mucho!
Los ingredientes para unos niños felices y con inteligencia emocional
Te propongo una reflexión... ¿Qué se necesita para que los niños sean felices, cariñosos, agradecidos y el resto de cualidades a las que aspiramos? El primer paso, querido padre/querida madre, es serlo nosotros mismos. Responde con honestidad: ¿Eres feliz? ¿Eres cariñoso/a? ¿Eres agradecido/a? Párate un momento y responde con honestidad. Cómo vas a pedirle algo a tu hijo que tú no le puedes mostrar.
Todo empieza, por tanto, por cambiar nosotros mismos, aspirar a lograr que nuestra conducta responda a la inteligencia emocional. Aprender a controlar y entender nuestras emociones, movernos por el respeto y el amor a la gente que nos rodea, guiarnos por la empatía... Solo de esta manera, nos convertiremos en un buen ejemplo para nuestros hijos, que podrán mirarse en nosotros y en nuestro comportamiento para ser felices.
Como padres, tenemos que ayudar a los niños a desarrollar su inteligencia emocional, y para ello, te propongo las siguientes actividades, son algo así como los ingredientes para lograr la receta perfecta que nuestros hijos necesitan. Deberás ponerlas en práctica tan a menudo como te sea posible. De esta forma, tu hijo o hija podrá aprender de ti.
1. Lo primero, cálmate
Como primer punto, te recomiendo que siempre evites comportamientos en los que te muestres fuera de sí. Es probable que aquello que te ha sacado de quicio no haya ocurrido tal y como tú has sentido o entendido. Por ello, antes de utilizar palabras o expresiones que muestren que estás fuera de tus cabales, para y analiza lo que realmente ha ocurrido y cómo te sientes. El objetivo es enseñar a reflexionar antes de reaccionar.
2. No todo es malo o bueno
Tenemos la mala costumbre de valorar la situaciones como malas o buenas. ¡Evítalo! Las cosas ocurren, y de todas se puede aprender algo. Acostúmbrate a hablar de los aprendizajes y de lo que a partir de ahora, gracias a esa situación, empiezas a valorar de manera diferente. El objetivo es mostrarte abierto a tu evolución personal y a los cambios personales.
3. Cuida tu lenguaje interior
Según te hables, así actuarás. Por ello, debes intentar ser respetuoso/a y cariñoso/a contigo mismo/a. De esta forma conseguirás que tus actos sean más amorosos. Este será el objetivo de este punto, ser más amable contigo mismo.
4. ¡Comunicación!
Una comunicación eficaz pasa por ser empático, por observar el lenguaje verbal y por supuesto, la comunicación no verbal. Cuando observamos todo ello, haremos que nuestras relaciones se enriquezcan porque nuestros seres allegados se sentirán queridos y por supuesto, escuchados. El objetivo es enseñarles nuestros hijos a prestarle atención a las personas que queremos.
5. Apuesta por el amor
Por último, expande tu amor, amplia tu lenguaje emocional, y tus muestras de cariño. Está claro cuál es el objetivo en este punto, que nuestros hijos, por un lado, se sientan queridos y por otro, que aprendan a demandar las muestras cariñosas, y por supuesto, a expresarlas.
Como siempre digo, mejor muéstrale cómo se hace, no le digas cómo debe hacerlo. ¡Tú eres su mejor ejemplo a seguir!
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