Enseñar a los niños a NO juzgar ni criticar repercute en su felicidad
Algunas estrategias para que los niños aprendan a no criticar a los demás (ni a ellos mismos)
- Por qué y para qué debemos enseñar a no juzgar a los demás
- Consecuencias en los niños de caer en la crítica continua
- De manera inconsciente, enseñamos a los niños este mal hábito
- Estrategias para enseñar a los niños a no criticar a los demás
- Todo ello repercute en la felicidad de los niños
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Enseñar a los niños a no juzgar o criticar a los demás es imprescindible para poner freno a multitud de problemas sociales, psicológicos y emocionales que se derivan de esta conducta socialmente aprendida. Son ejemplos paradigmáticos el acoso escolar, el racismo, la xenofobia, los problemas de autoestima, determinados casos de trastornos de la conducta alimentaria o de depresión y ansiedad.
Y aunque es cierto que, de forma inconsciente, todos tenemos tendencia a juzgar lo que acontece a nuestro alrededor para saber cómo actuar, debemos evitar hacerlo con las personas que nos rodean. Todo ello con la finalidad de vivir en un mundo más tolerante, comprensivo y respetuoso. Hoy, en GuiaInfantil.com hablamos de cómo enseñar a los niños a no juzgar o criticar a los demás pero también a no hacerlo con ellos mismos.
Por qué y para qué debemos enseñar a no juzgar a los demás
Tal y como se comentaba en la introducción vivimos en un mundo en el que se juzga y critica a la ligera. Hemos creado una sociedad en la que se da demasiada importancia al aspecto físico y nos fijamos en exceso en aquello que determinados sectores consideran virtudes o defectos.
Además, desde algunos medios de comunicación nos llegan mensajes intimidantes en los que se pone el foco en las diferencias, generando de este modo rechazo a todo aquello que se aleja de nosotros en cuanto a ideas, otras formas de vivir o de entender la sexualidad, por poner algunos ejemplos.
Consecuencias en los niños de caer en la crítica continua
Las consecuencias que se derivan de todo ello son un aumento de conductas discriminatorias, irrespetuosas e intransigentes, como lo son también todas las formas de acoso a las que tantas personas se ven sometidas. De manera que educar a nuestros hijos a no juzgar o criticar a los demás ni a sí mismos va ayudarles a:
- Crear un entorno más tolerante con las diferencias (físicas, culturales, ideológicas o sexuales)
- Ser más empáticos, comprensivos y respetuosos con los demás.
- Desarrollar un pensamiento más flexible y abordar los problemas teniendo en cuenta diferentes puntos de vista.
- Vivir con mayores niveles de bienestar eliminando la preocupación excesiva por su aspecto físico o las ganas de agradar a los demás.
- Aceptar sus errores y vivirlos como una oportunidad de mejora.
- Mantener relaciones sociales más sólidas, estables y sanas en las que no se admiten las descalificaciones ni las posiciones de abuso de poder.
- Luchar contra el acoso en las aulas y fuera de ellas.
De manera inconsciente, enseñamos a los niños este mal hábito
Es cierto que todos juzgamos en gran medida aquello que nos rodea para discriminar si es positivo o negativo, si es bueno o malo, para nosotros o para los demás. Generalmente lo hacemos para saber cómo debemos actuar ante unas situaciones o personas concretas en base a nuestras experiencias anteriores y tendemos a generalizar, creando clichés o estereotipos que nos facilitan la toma de decisiones.
Aprendemos a hacerlo desde que somos pequeños, y lo enseñamos a hacer a nuestros hijos cuando nos convertimos en padres. Inconscientemente juzgamos sus conductas y las de sus compañeros, las de nuestros amigos y conocidos, también a nuestros jefes y a otras personas totalmente desconocidas. Y de este modo es cómo nuestros hijos aprenden a juzgar a los demás. De ahí que debamos tener en cuenta las siguientes recomendaciones.
Estrategias para enseñar a los niños a no criticar a los demás
1. Ser un ejemplo a seguir. La primera recomendación a tener siempre en mente para enseñar a los niños a no juzgar a los demás es hacerlo desde el ejemplo. No hay que olvidar que los niños aprenden más por lo que nos ven hacer que por aquello que les decimos que hagan o dejen de hacer. De modo que desactiva el piloto automático e intenta ser más consciente de los juicios que realizas sobre terceros, incluidos tus propios hijos y sobre ti mismo.
2. No realizar ni permitir burlas, comentarios despectivos, mofas, chistes racistas, sexistas o conductas similares en casa.
3. Evitar hacer comentarios sobre el aspecto físico o capacidad intelectual de cualquier persona.
4. Fomentar las respuestas asertivas, es decir aquellas en las que uno es capaz de defender sus opiniones y derechos sin lesionar los de los demás.
5. Ayudar a entender las diferencias, del tipo que sean, como oportunidades que aportan información valiosa a nuestro modo de ver y entender el mundo.
6. Promover lecturas de cuentos o historias en las que se transmitan valores como la tolerancia a la diversidad, el respeto y la aceptación de uno mismo y de los demás independientemente de dónde procedan, como vistan o en quién crean.
7. Visualizar y comentar películas y cortometrajes con temáticas relativas a la tolerancia a la diversidad, al acoso escolar, a la libertad de expresión, etc. donde se planteen dilemas morales.
8. Favorecer una sana autoestima evitando todas aquellas frases que suelen empezar con un 'es que eres un /a...' tras un error, que tanto daño producen y que nuestros hijos suelen acabar por imitar con ellos mismos y con los demás.
9. Practicar mindfulness con nuestros hijos para aprender a controlar las comparaciones automáticas que realiza nuestra mente y que nos llevan a juzgarnos a nosotros mismos y a los demás.
10. Enseñar a no difundir rumores y a pensar antes de hablar.
Todo ello repercute en la felicidad de los niños
En nuestras manos está ayudar a nuestros hijos a dejar de ser jueces implacables de otras personas cuyas realidades desconocemos, a la vez que les ayudamos a ser menos críticos con ellos mismos. Ambas cosas son necesarias si queremos que realmente sean felices.
No olvidemos que las personas que tienen actitudes más prosociales, de ayuda y de agradecimiento, tienen mayores índices de bienestar como resultado de las emociones agradables que fomentan sus acciones. Al contrario, compararse continuamente, criticar a los demás o a uno mismo induce a disparar sentimientos desagradables que nos perjudican seriamente, lesionando nuestra autoestima y provocando ansiedad, depresión o conductas agresivas. De manera que enseñar a nuestros hijos a no juzgar a los demás es una inversión en su bienestar.
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