Padre ausente - Lecciones que aprendí al ser madre divorciada y soltera
¿Cómo ha sido educar a mis hijos sola, sufriendo por el síndrome del padre ausente? Aquí te lo cuento...
- 'Lo que aprendí al ser mamá divorciada y soltera' - Un testimonio real
- Cómo me convertí en mamá divorciada sin quererlo - La historia de Adriana
- ¿Qué hacer si eres una mamá soltera o divorciada con un padre ausente?
- Consecuencias de la ausencia del padre en la vida de los hijos
Hablar de educar a los hijos siendo madre soltera o divorciada no es nada sencillo, ¿qué es el síndrome de padre ausente? 'Las lecciones que aprendí al ser madre divorciada y soltera' es lo primero que se me vino a la mente cuando leí sobre ese síndrome, ¡y es que son muchísimas! Tantas, que no abarcaríamos todas. Por eso nos dimos a la tarea de buscar un testimonio que nos hablara de ello.
Así que te traemos la historia de Adriana, una mamá divorciada desde hace muchos años y que se ha visto a veces rebasada por esta situación. Ella tiene un hijo de 15 años y durante este tiempo el padre ha brillado por su ausencia: se ha perdido el primer diente, los primeros pasos, las primeras palabras, la entrada a la adolescencia... y tampoco ha sabido de gastos ni desvelos. Mejor dejemos que Adriana nos cuente su historia.
'Lo que aprendí al ser mamá divorciada y soltera' - Un testimonio real
'Jaime, mi exmarido, me mandó con su abogado la demanda de divorcio cuando estaba por cumplir 8 meses de embarazo de mi único hijo', empieza a contarme Adriana, una mexicana de hoy 47 años, pero cuya historia sucedió hace poco más de 15. Adriana vende seguros de gastos médicos mayores y es el prototipo de mamá guapa, empoderada y con buenos ingresos. 'Pero no siempre fue así, hubo días en que no sabía cómo iba a pagar la renta o los pañales de mi hijo, todo porque su padre decidió no estar', me cuenta.
El caso de Adriana es uno de los miles y miles que suceden en la capital azteca, algunos, con suerte, se resuelven en los tribunales, otros definitivamente no y las mamás se hacen cargo de todo a todo de sus niños. En el caso de Adriana, se trata de un jovencito, Pablo, hoy un guapo adolescente que es 'el vivo retrato de su papá, lo que me lo recuerda todos los días por fuerza', me dice Adriana un tanto triste.
'¿Que qué aprendí de ser mamá divorciada y soltera por un padre ausente?', me dice Adriana repitiendo la pregunta que le he hecho. 'Pues ¡aprendí demasiado! Es una lista tan larga que no terminaría', dice al tiempo que suelta una genuina carcajada, de esas que te salen después de ver hacia atrás y no saber cómo has salido adelante, pero lo hiciste. La invito a que hagamos juntas esa lista:
1. No hay cabida para la autocompasión.
'Creo que eso es lo primero. Decirme a mí misma: ¿pobrecita, ahora qué hago? ¿Cómo le haré con un hijo pequeño? E irme a un rincón a lamerme las heridas, por supuesto que no es opción, más cuando hay un bebé recién nacido que quiere comer y dormir, y no le importa si la lactancia es exitosa o no: ¡quiere comer! Está bien llorar, recordar, pero lo primero es salir de ese hoyo y ver que una personita depende ti. Ver a Pablo tan pequeño y que si yo me hundía él se iba conmigo, me ayudó a salir y a deprimirme menos'.
2. Tu hijo es lo más importante ¡siempre!
'Y esto abarca desde cuidados hasta manutención y no solo eso, también la parte emocional: ¿qué haces cuando empieza a preguntar por su padre cuando sus amiguitos sí tienen uno? A mi hijo siempre le hablé con la verdad, claro, en palabras que él pudiera entender, pero ¿cómo le dices que su papá simplemente no lo quiso? Recurrí a una psicóloga que me fue orientando al respecto y así pude decirle que papá no estaba por decisión propia, la cual debíamos respetar aunque no fuera la correcta'.
3. Adoptar el papel de proveedora sin dejar el de mamá.
'Mi trabajo de aquel entonces era muy estresante, estar en una oficina de 8 a 8 todos los días no me permitía estar con mi hijo, ejercer la crianza que yo quería. Así que primero busqué un empleo de medio tiempo, pero no alcanzaba el dinero, puse un negocio que no funcionó y finalmente empecé a trabajar aquí en la compañía de seguros que me pagaba por comisión, pero si alcanzaba mis metas la paga era excelente. Además, yo manejaba mi tiempo y no era necesario estar en una oficina, ¡eso era lo que necesitaba para estar con mi hijo! Eso me motivó y hoy soy directora a nivel regional'.
4. Educar a un hijo sola nunca será fácil.
'Quien romantice la maternidad en soltería está en un error, porque la maternidad en solitario es el doble de pesada que si tuvieras a tu pareja. A eso súmale que tu ex no aporta ni un centavo para la manutención y ya no digas para dar un consejo. Yo que estoy ahora con el tema de la adolescencia sí es un tema fuerte al ser mi hijo un varón: hay temas que le da vergüenza tratar conmigo y sé que Jaime hubiera hecho un gran papel, pero ahora esto es lo que hay y debo enfrentarlo'.
5. No siempre tendrás una red de apoyo.
'En mi caso solo tenía a mi mamá y ella trabajaba en un pequeño negocio, por lo que a veces era imposible que cuidara a Pablo. Los primeros meses hice malabares para poder llevarlo y traerlo de su casa, al cabo de un tiempo vimos que era imposible y tocó lo temido: buscar guardería. Fueron semanas de llorar por sentirme una mala madre: tanto que lo deseé y lo abandonaba (según yo) con personas extrañas. Fue durísimo ver que se quedaba llorando, pero tenía que hacerlo para darle una vida mejor, lo cual sucedería'.
6. Que todo depende de ti... y él se lo pierde.
'Creo que esta es la más valiosa: no rogarle ni buscar que un padre quiera a su hijo, eso es lo peor que puede hacer una mamá. Después del divorcio Jaime desapareció. No supe de él en varios años. Cuando Pablo cumplió 14 años lo vi cuando fui a una gran empresa a vender un paquete de planes de seguros empresariales y él trabajaba ahí. Ni siquiera me habló, solo se agachó y se retiró de la sala. La empresa contrató el seguro, pero en las pólizas no estaba su nombre. Supongo que renunció porque después de aquello no he sabido nada de él... es un padre ausente al ciento por ciento, pero él se lo pierde: Pablo es el sueño de toda mamá o papá, pero ese sueño solo es mío... solo es MI hijo'.
Cómo me convertí en mamá divorciada sin quererlo - La historia de Adriana
Pero ¿cómo llegamos hasta aquí? La historia de Adriana merece contarse completa para comprender aún más su contexto de vida. Hasta hace unos años parecía que ella lo tenía todo: había conocido a Jaime en su trabajo, se hicieron buenos amigos y al paso del tiempo se hicieron novios. A los 3 años de conocerse, decidieron vivir juntos, pero Adriana quería la 'seguridad' que para ella representaba el matrimonio. Él estaba renuente. Ella insistió. Primer error: casi 'obligar' a tu pareja a algo que no es su mismo ideal.
Adriana creyó que el amor todo lo podía hacer cambiar de opinión: 'Siempre creí que solo era cuestión de pintar al matrimonio con una bonita fiesta, reunir a los amigos y que nada cambiaría, después de todo, ya vivíamos juntos. No fue así', rememora Adriana con un gesto que me hace pensar que se arrepiente de haber presionado de esa manera. ¿Lo hubiera hecho diferente? 'Tal vez'.
Además, el reloj biológico seguía avanzando y aunque en aquel tiempo no era tan mayor, acercarse a los 30 la hacía sentirse agobiada. Organizaron la boda y justo en el umbral de esa 'fatal edad' como ella misma la llamaba, Adriana se casó con Jaime. El segundo foco rojo fue que ella dijo a Jaime que necesitaba embarazarse ¡ya! Jaime no tomó muy bien la idea, quería disfrutarse como pareja y además 'un hijo no era tan necesario'.
Pero para Adriana la historia era bien distinta. 'Las primas de mi edad ya tenían cuando menos un hijo, otras tenían hasta 3 ¿y yo? Me estaba quedando atrás. Mi mamá era la única de sus hermanas que no era abuela. Mi papá había muerto pocos años antes y me pesaba que no hubiera conocido un nieto, al ser yo su única hija. Empecé a sentir esa presión y lógicamente presioné a mi exmarido', recuerda.
Así, inició un camino de casi un año y medio para poder quedar embarazada: visitas al ginecólogo, medir la temperatura, estar con su marido por obligación más que por gusto y todo eso mermó en la pareja. Aunque el amor existía, se sentía un ambiente raro. 'Jaime seguía siendo amoroso y atento, pero había algo raro y todo se confirmó cuando por fin me enteré que venía en camino Pablo, a mis 32 años'.
Adriana entonces se volcó en los preparativos para recibir a Pablo. Jaime estaba presente, pero a la vez no. Entonces la sorpresa llegó. 'Jaime tuvo que ir a otra ciudad a un Congreso, yo tenía 7 meses de embarazo y no lo acompañaría. Me dio un beso como siempre, me abrazó muy fuerte, besó mi panza, agarró su maleta y se fue. Nunca regresó'.
Así fue: Jaime la abandonó y lo que supo al cabo de tres semanas, prácticamente en su octavo mes de gestación, fue la notificación de la demanda de divorcio que Jaime había promovido desde que Adriana tenía 5 meses de embarazo. 'Promovió el divorcio cuando juraba que me amaba y acariciaba mi panza buscando nombres para nuestro hijo, ¡no lo podía creer! ¿Qué iba a hacer? Jaime no dio la cara y solo mandó a su abogado'.
Los siguientes meses Adriana se enfrentó a todo sola: preparar el nacimiento de Pablo, pasar por el postparto y encima ir a los juzgados a ver lo de su divorcio. 'Literalmente fui a firmar mi divorcio cuando Pablo tenía 12 días de nacido. Tuve que salir de mi cuarentena para ir a los Juzgados. Jaime ni siquiera me volteó a ver. Solo firmó y se fue. Me sentía tan abrumada que simplemente firmé un acuerdo que no me favorecía'.
En ese acuerdo se estipulaba que Jaime daría un porcentaje mínimo para Pablo, acuerdo que por supuesto no cumplió. Y entonces Adriana tuvo que empezar nuevas demandas, una por reconocimiento de paternidad y otra por pensión alimenticia. Pero las leyes mexicanas no le ayudaban para nada. 'Al no registrar él a nuestro hijo con sus apellidos, todo se volvió más difícil, era demanda tras demanda y nada que se solucionaba... de hecho sigo esperando una y ya pasaron 10 años, imagínate'. Fue ahí que Adriana se echó para adelante por el bien de su hijo... y lo demás es historia.
¿Qué hacer si eres una mamá soltera o divorciada con un padre ausente?
La crianza sin la presencia de un padre es un desafío, pero es importante recordar que las madres son capaces de proporcionar a su hijo el amor, la atención y el apoyo que necesita. Hay que enfocarse en las fortalezas como madre y buscar apoyo en amigos y familiares. Además, los grupos de apoyo y recursos para madres solteras suelen ser benéficos en esta etapa de la vida.
Debes tomar en cuenta que es natural que los niños en algún momento pregunten por su papá y lo más importante es abordar sus inquietudes con honestidad y sensibilidad. Si es tu caso, asegúrate de que tu hijo sepa que el amor que le brindas es incondicional y que no hay nada de malo en tener curiosidad o sentir tristeza por la ausencia de su padre. Siempre opta por la comunicación abierta y apoya a tu hijo en cada etapa del proceso.
Equilibrar el trabajo y la crianza de los hijos de por sí es un factor que agota, hacerlo con un padre ausente resulta doblemente estresante, pero es posible. Establece prioridades claras, desarrolla una rutina sólida y no tengas miedo de pedir ayuda cuando la necesites. Es importante cuidarte a ti misma, tanto física como emocionalmente, para poder proveer de lo mismo a tu hijo. Tomarte un tiempo para ti no te hace mala madre, ¡al contrario! estarás más motivada para seguir.
Actualmente hay muchos recursos para las madres solteras y divorciadas, como grupos de apoyo en línea, los cuales te benefician porque te identificas con otras madres que pasan por lo mismo que tú. En Estados Unidos puedes acercarte a National Association of Single Mothers (NASM), que ofrece recursos, información y apoyo a madres solteras, HelpGuide que brinda información y apoyo sobre temas de salud mental y bienestar, incluyendo la crianza de los hijos o a Single Parent Advocate, que ofrece recursos, educación y programas de apoyo a madres solteras y familias monoparentales.
Consecuencias de la ausencia del padre en la vida de los hijos
La ausencia de un padre siempre traerá diversas consecuencias y el impacto varía según la edad, el contexto y las circunstancias, sin embargo, algunas de las consecuencias más comunes son:
- Distintos problemas emocionales. Es bien sabido que la ausencia de un padre genera sentimientos de abandono, tristeza, ira, inseguridad y baja autoestima en los hijos, lo que puede llevar a dificultades emocionales, incluida la ansiedad y la depresión.
- Confusión en la formación de la identidad. Esto se debe a la falta de un modelo paterno, porque puede afectar el desarrollo de la identidad y la autoimagen de un niño.
- Problemas de conducta. Estadísticamente, la ausencia del padre aumenta la probabilidad de que un niño experimente problemas de conducta, como la rebeldía, la agresión o el aislamiento social.
- Problemas económicos: Las familias monoparentales tienden a enfrentar dificultades económicas adicionales porque solo se cuenta con una fuente de ingresos, lo que puede afectar la calidad de vida y las oportunidades para el niño en ámbitos como la escuela o hasta la diversión.
- Bajo rendimiento académico. Usualmente los niños que crecen en hogares monoparentales pueden enfrentar desafíos adicionales en lo académico, esto en términos de apoyo, ya que el progenitor proveedor no tiene tiempo para actividades de la escuela, lo que puede afectar el rendimiento escolar.
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Bibliografía
- Serrano, J.A. (2006) Impacto psicológico del divorcio sobre los niños. Revista de Psicología, vol. 2, núm. 3. Biblioteca Digital de la Pontificia Universidad Católica Argentina (ed.) Argentina, pp. 1-25 Disponible en https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/6130/1/impacto-psicologico-divorcio-ninos-serrano.pdf