Cómo afectan a los niños las emociones negativas de los padres
Baja autoestima, falta de empatía o ausencia de valores en los niños son algunas de las consecuencias
- ¿Qué pasa en los niños si los padres no son capaces de controlar sus emociones?
- ¿Cómo pueden los padres gestionar sus emociones negativas?
Todos queremos tener esa hija o hijo que sea emocionalmente inteligente, con valores, seguro de sí mismo... ¿verdad? Y puede que ahora mismo te preguntes: '¿Cómo hacerlo?' La respuesta es fácil: Siendo nosotros esa persona que queremos ver en ellos y, sobre todo, controlando nuestras emociones negativas para que no afecten a los niños.
¿Qué pasa en los niños si los padres no son capaces de controlar sus emociones?
Para muchos padres, lo complicado es controlar sus emociones ‘negativas’ y, así, dar lo mejor de ellos con cariño y amor incondicional. Por eso, en este artículo me gustaría compartir contigo formas para detectar y dominar estas emociones, y daros herramientas para educar con el ejemplo a vuestros hijos. Y todo con un claro objetivo: que nuestros hijos aprenden de manera natural a ser personas inteligentes emocionalmente.
Y es que, según dice el informe 'Educación emocional en la familia', realizado por Olga Mollón Bou para la Universitat Jaume I, 'los padres deben tener una buena educación emocional. Si un padre sabe identificar bien sus propias emociones facilitará a su hijo que este sepa que le pasa y podrá ayudar a sus hijos a ser emocionalmente inteligentes'.
Imaginemos por un momento un cultivo de fruta. ¿Qué ocurre cuando hay cambios meteorológicos drásticos? Dependiendo de la turbulencia del tiempo, el cultivo puede resentirse hasta el punto de cambiar el tamaño, sabor, olor o el color, afectando por supuesto al resultado final de la fruta.
Las emociones negativas de los padres son para los niños como los efectos meteorológicos en los cultivos. Si los padres están viviendo situaciones de estrés, depresión o cualquier otra circunstancia que haga tambalear el equilibrio de sus emociones, con facilidad pueden perder la paciencia con sus pequeños, no guiarle, imponer, educar con gritos, poner castigos desproporcionados o caer en el fatal error de maltratar física o emocionalmente al menor.
Estos actos dejan en los niños secuelas que les impiden experimentar la vida con felicidad y armonía. Finalmente, son ellos los que asumen las consecuencias de un adulto que quiere un niño equilibrado, desde un ejemplo desequilibrado.
Controlar las emociones no es tarea fácil para ningún ser humano. Todos nos equivocamos y es aceptable errar en algún momento. Lo importante es saber detectar cuando hay desequilibrios constantes y valorar la gravedad de la reacción ante el descontrol.
Hacerlo ayuda a evitar sentimientos tóxicos derivados de estos comportamientos, como puede ser la culpabilidad; por eso, la importancia de tomar conciencia y dominar las emociones negativas. Esta es la mejor forma de dar ejemplo y educar niños inteligentes emocionalmente. ¿Quién no quiere esto para sus hijos? Es una frase muy sonada últimamente, deseada por los padres y, que requiere un gran esfuerzo.
En función del control de tus emociones, tus hijos crecerán felices, con una autoestima fuerte y valores bien establecidos. Para guiarlos es imprescindible dedicarte tiempo, analizar tu forma de actuar y razonar. Decirte la verdad y hablarte a ti mismo con el corazón es necesario para cambiar aquellos comportamientos que te generan insatisfacción y que no te permiten educar a tus pequeños con el equilibrio y amor que merecen.
¿Cómo pueden los padres gestionar sus emociones negativas?
Existen diferentes formas para gestionar mejor las emociones negativas y tratarlas en cualquier lugar. Se trata de realizar un ejercicio de introspección que te ayudará a conocerte mejor. Escuchando tu cuerpo puedes adelantarte a los impulsos derivados de las emociones y, controlar las reacciones y palabras que en momentos de desequilibrio emocional pueden dañar la autoestima y opacar la felicidad de tus pequeños. Si crees que te puede servir, te invito a seguir leyendo.
1. Escucha las señales que te da el cuerpo
Cuando lo haces, es más fácil controlar los actos y palabras que le preceden. Pregúntate: '¿En qué parte del cuerpo sientes la molestia y cómo es?'. Por ejemplo: Si sientes ira, lo más probable es que aumente la temperatura del cuerpo, del ritmo cardiaco y hasta puede que sientas presión en el pecho (dependerá de la persona). Ser consciente de este hecho te ayudará a controlar rápidamente situaciones futuras de desequilibrio emocional.
2. Identifica y pon nombre a la emoción que quieres gestionar
Es algo que parece obvio, sin embargo, es fácil confundir una emoción con otra. Hazte las siguientes preguntas: '¿Qué sientes?', '¿Por qué lo sientes?' y '¿Qué lo ha generado?'. Te ayudará a conocerte mejor y a encontrar soluciones con mayor facilidad.
3. Piensa en formas que te ayuden a controlar las emociones
Puedes utilizar la que más te guste. Lo importante es saber qué vas a hacer cuando la emoción negativa quiera apoderarse de tus actos y de tus palabras. Por ejemplo: En el momento en el que empieces a notar la sensación corporal desagradable, piensa en lo que vine después si no paras a tiempo. Otra opción puede ser tomar un vaso de agua o realizar algún ejercicio de respiración que te den margen para buscar alternativas más empáticas con tus pequeños.
4. Tener una actitud positiva siempre ayuda
Elige una frase que te motive y exprésala aunque no la sientas. Poco a poco la instaurarás en tu forma de pensar, generando en tu subconsciente formas más empáticas de actuar y de hablar.
Para conseguirlo, puedes también ayudarte de técnicas eficaces que pueden ayudarte a gestionar las emociones negativas, como es la lectura de los libros de auto ayuda, la realización de meditación, la práctica de yoga en casa o la asistencia a sesiones de especialistas en gestión de emociones.
Igual que el agricultor recoge una cosecha valiosa después de un gran esfuerzo, tú también, gracias a tu empeño y dedicación, puedes disfrutar de la vida en compañía de hijos emocionalmente equilibrados. ¡El que siembra, recoge!
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