Expectativas de los padres sobre los hijos o dejar que sigan su camino

Aprende a soltar es la primera lección para los padres cuando sus hijos no cumplan sus expectativas

Fabiola Hernández Pérez, Periodista y editora
En este artículo
  1. Cuando las expectativas no van con la realidad - Aprende a soltar el control
  2. Las expectativas que tenemos como papás (y que no se cumplirán)
  3. '¿Por qué no puedes ser como yo?' Los hijos NO son una extensión de los padres
  4. Acepta que tus hijos son seres independientes y no tu copia mejorada

Como padres, es muy normal tener sueños y expectativas con nuestros hijos, porque deseamos lo mejor para ellos y muchas veces imaginamos que elegirán el camino que nosotros no pudimos. Sin embargo, llega un momento en el que debemos preguntarnos: ¿respetamos sus propios deseos y talentos? Aquí, hablaré de las expectativas de los padres sobre los hijos o dejar que sigan su camino, contándote mi propia experiencia con una niña de 13 y un niño de 10 años... sí, yo también me he proyectado en ellos, ¿eso es lo normal?

Cuando las expectativas no van con la realidad - Aprende a soltar el control

Expectativas de los padres

Cuando vi la nota de mi hija en su reporte no lo podía creer. ¿Cómo era posible que no obtuviera una nota más alta que esa? ¡Y ni siquiera en una materia tan difícil! ¡Era en Español! ¿Cómo era posible que casi reprobara Español! ¡ESPAÑOL! ¡Dios! Leí las demás notas y me sorprendió que Física era la sobresaliente, yo nunca fui buena en Física, pero en Español era la mejor.

'¿Cómo es posible que en Español estés tan mal y en Física excelente? Yo era (soy) buenísima para la ortografía y todo lo escrito, ¿por qué tú no?', le dije a mi hija adolescente. 'Porque somos diferentes: yo odio la gramática y amo las ecuaciones... simplemente no me gusta lo que te gusta a ti, mamá', me contestó bien segura y ahí lo entendí todo: ella no era yo y no debo pretender que lo sea.

Hasta ese momento imaginé que la maternidad era una mezcla entre ser la sabia consejera y la entrenadora de vida que entregaría resultados garantizados. Que mis dos hijos absorberían toda mi experiencia, mis gustos y, por qué no, también mis talentos, como tener una ortografía impecable. Pensé que, si les mostraba el camino correcto (el mío, obvio), ellos lo seguirían sin titubear. ¡Nada más lejos de la realidad!

Las expectativas que tenemos como papás (y que no se cumplirán)

Expectativas que no se cumplirán

Desde antes de que nacieran, yo ya había planeado hasta en qué Universidad y carrera estudiarían. De más está decir que ya tenía en mente qué tipo de personas serían. Mi hija mayor crecería siendo una versión mejorada de mí misma: muy organizada, responsable, amante de los libros y destacadísima en la escuela. Pero resulta que es exactamente todo lo contrario.

Entre su caos está el orden, a veces no entrega tareas pero sale avante con los exámenes, si no es necesario para una clase pasa de leer un libro por cuenta propia y, aunque ciertamente NO va mal, lo suyo no es destacar por calificaciones. Si hablamos de mi hijo, él también es contrario a mí: ama las matemáticas y su ortografía (aunque mejor que la de su hermana) tampoco es tan buena.

No sé en qué momento decidimos que nuestros hijos deben cumplir los sueños que nosotros dejamos truncos, en los que no nos pudimos realizar. Creo que viene de familia. Mi señora madre siempre dijo que quería una doctora y una abogada en la familia, y resulta que mi hermana estudió Relaciones Internacionales y yo Comunicación y Periodismo, o sea, nada qué ver.

Las expectativas que los padres tenemos en los hijos son grandes, porque nos proyectamos en ellos de lo que nosotros no pudimos o en el camino no quisimos lograr. Incluso a veces olvidamos que los hijos no son la segunda oportunidad para remendar nuestras frustraciones personales. Si yo no pude ser cantante, por ejemplo, eso no significa que mis hijos deban serlo.

'¿Por qué no puedes ser como yo?' Los hijos NO son una extensión de los padres

Los hijos NO son la extensión de los padres

Modestia aparte, yo fui campeona en ortografía desde niña, gané innumerables concursos a lo largo de mi formación académica y en la carrera me jugué mi calificación final al decirle a un profesor que si encontraba un solo error me reprobaba, pero que si estaba perfecto me pondría la nota más alta en el semestre. De más está decir que sí la obtuve: ni un solo error existía en ese texto entregado.

Justo por eso, pensé que mis hijos amarían escribir, que serían los próximos García Márquez que yo no pude ser. Pero mientras mis niños crecían y les fui viendo otras aptitudes diametralmente opuestas a las letras y al mundo de los libros que tanto amo, empecé a sentir esa punzada de decepción cuando acepté que su mundo no giraba alrededor de las mismas prioridades que tuve (y seguía teniendo).

Siempre me esforcé en la escuela. Las buenas calificaciones eran mi orgullo. Mi hija, en cambio, ve una nota baja y ni se inmuta. Yo, por supuesto, no puedo evitar darle un sermón sobre cómo las calificaciones abren puertas, yo misma soy ejemplo de ello: no hice tesis de licenciatura precisamente por mi alto nivel académico y promedio final de la carrera. A ella ni le importa.

Mi hija dice que no siempre las notas definen su inteligencia ni tampoco su éxito futuro. Y yo le llevo la contraria, aunque sé que hay demasiados ejemplos de personas que, sin destacar académicamente, han logrado cosas increíbles. Pero, ¿cómo le explico a mi cerebro programado para la excelencia académica que ver una nota baja no es tan malo como parece?

Acepta que tus hijos son seres independientes y no tu copia mejorada

Los hijos no son copias de sus padres

No niego que soy igual que mi madre en su momento: he pensado sobre lo que 'deberían' estudiar cuando crezcan. Incluso tengo una lista de carreras recomendadas: medicina, derecho, ingeniería. Ellos tienen otras ideas: física, diseño gráfico, música, artes plásticas... hasta ser Youtubers tienen en mente. Es decir, todo lo que como mamá creo que es malo o 'sin futuro'.

A pesar de que están pequeños y guardo la esperanza de que cambien, estos años me han enseñado que los hijos NO son una extensión de nosotros, que ellos tienen sus propios gustos, ideas y formas de ver el mundo. Y aunque a veces quisiera que fueran más como yo, hasta en lo desesperado para hacer las cosas, la verdad es que no me los imagino de otra manera.

Admito que me ha costado demasiado entender que la vida no es una competencia donde mis hijos deben demostrar que yo 'hice un buen trabajo' como madre. Ellos no tienen que ser perfectos para que yo me sienta orgullosa o para que me reconozcan. Su felicidad no está en cumplir mis expectativas, sino en cumplir lo que les hace felices a ellos, sea lo que sea.

Así que ahora, cuando veo a mi hija buscando información sobre la termodinámica y a mi hijo hablándome de cómo es mejor trabajar la arcilla moldeada siento orgullo de que sean ellos mismos. Y quién sabe, tal vez, dentro de unos años, seré la orgullosa madre de una doctora en física y un artista plástico que ama el cálculo mental. Y sí, también estaré feliz de haber aprendido a soltar el control gracias a ellos.

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