Una historia sobre lactancia cuando el bebé ha muerto
Olaya Rubio, una madre en el cielo, donó la leche que su hijo no pudo recibir a otros recién nacidos
- Cuando el bebé muere en la UCI Neonatal - ¿Qué pasa después?
- ¿Qué pasa con la lactancia cuando el bebé ha muerto?
- Sanando en nombre del amor a un hijo que se ha ido
La vida brindó a los padres de Rubén la oportunidad de llevar un embarazo a término. La alegría del parto, de abrazar a su hijo fuera de la barriga, se unió con la desazón de la muerte en la UCI Neonatal. La muerte se llevó a su hijo, pero estos padres decidieron rendirle el mejor de los homenajes: Olaya Rubio, su mamá, se convertiría en donante de la leche de Rubén, su hijo fallecido. Alimento y consuelo para su alma, y para otros que lo pudiesen necesitar. Esta es la historia sobre la lactancia cuando el bebé ha muerto.
Cuando el bebé muere en la UCI Neonatal - ¿Qué pasa después?
A continuación, el relato de los sucedido, en voz de la propia Olaya Rubio:
Rubén nació con 42 semanas de gestación, era un bebé perfecto de 4.825 gramos de amor, 52 cm de pasión, rechoncho, adorable, precioso, cuidado, querido, esperado a término. Nuestro bebé arcoíris nos brindó la oportunidad de soñar, proyectar y vivir mi embarazo de una forma muy consciente.
Estaba muy preparada o, eso creía, para el caos, para que Rubén desmantelara mis pilares y reconstruirlos juntos conforme a sus necesidades e inquietudes. Como 'madre leída', pensaba que tenía herramientas y lugares a los que recurrir en todas las posibles situaciones adversas que se pudieran producir. ¡Qué ilusa!
Preparé mi plan de parto, entre otras muchas cosas, pero no pensé para nada en encontrarme con la muerte, aunque sabía que podía pasar, aunque con cada amanecer daba las gracias por sentir a Rubén a mi lado, un día más con él, un día menos para ponerle cara a esta complicidad que creamos juntos. Un día menos para abrazarle con mis brazos en lugar de con mi vientre.
Aunque creía tener un pie en la tierra, nunca pensé realmente que me fuera a tocar a mí semejante injusticia de la vida, una vez más, pero mi arcoíris se tornó estrella. Me tocó vivir la indeseada experiencia, una vivencia que no debería existir.
La muerte nos sorprendió. De aquella no sabía si habría protocolos en hospitales, donde la pesadilla pudiera ser aún mayor o una experiencia agradable dentro de la dureza y el dolor que conlleva la muerte de un ser querido. No sabía nada, era simplemente una tanofóbica más y, como tal, tampoco me dio por plantearme cual sería su manejo ante la muerte, cómo sería nuestro adiós para siempre. 'Ya habría tiempo', piensas, pero la verdad es que no lo hay. La muerte te dice que el tiempo se ha acabado, el tiempo es efímero, ¡se acabó!
Con mi plan de parto pretendía darle la mejor bienvenida a la vida a mi hijo. No pensaba en que tanto las bienvenidas como las despedidas tenían la misma importancia. Ahora lo sé y lo comparto con quien lea estas líneas. Sabía sobre cesáreas humanizadas y cómo ser flexible si ocurriera para no poner en peligro el alimento de mi niño, pero nada sobre si podía vestirle o no una vez muerto, si podría pasar tiempo con él, bañarle, prepararle para su funeral, ni que existían opciones como que el hospital o los padres nos hiciéramos cargo del cuerpo.
Hoy en día sueño con crear un plan de parto completo, y con el día en que se hable de la muerte sin tanto miramiento. Donde no sea tan difícil leer esta información o encontrarla. La muerte se llevó a mi hijo y muchos sueños, proyectos de familia, de vida arrasados… ¡prácticamente todo destruido…!
¿Qué pasa con la lactancia cuando el bebé ha muerto?
Pero había un sueño que no me consiguió quitar. Rubén y yo íbamos a ser donantes de leche. Y en honor a él, a toda su vida, corta o larga para muchos, pero al fin y al cabo su vida en la tierra al completo. Lo que comenzó siendo un acto altruista y honorable se convirtió en todo un ritual de despedida.
Gracias a Rubén y a su existencia, de mis pechos comenzó a brotar su calostro cargado de esperanza, alimento para mi alma, consuelo, empoderamiento; además validaba mi maternidad, nosotros dos de alguna forma seguíamos conectados, le hacíamos burla a la muerte, al fin y al cabo, mi cuerpo funcionaba perfectamente. Así comencé mi duelo, de la forma más humana y primitiva posible. Continuando con el proceso fisiológico que le sigue a un parto, la lactancia.
Mi donación no fue tan rápida y necesitó esfuerzo para que la pudieran disfrutar los bebés que sí la necesitaban en aquel entonces. Mantuve mi lactancia hasta una semana después de acabar con los antibióticos. Fue entonces cuando comencé a guardar la leche para el banco de leche.
Tras llevar varias neveritas al banco de leche en nombre de Rubén, poco a poco, pese a mi esfuerzo por tener más leche, me fui secando y dejé de donar, pues la leche que salía ya no llegaba a los tarros. Había cumplido el objetivo de llevar una neverita al banco de leche en nombre de Rubén y era el momento de pasar a mi siguiente etapa del duelo.
Sanando en nombre del amor a un hijo que se ha ido
La donación de la leche de mi hijo fue mi primera herramienta para caminar, para mantenerme erguida, viva y activa. La mejor pastilla para apaciguar mi dolor la llevaba incorporada de serie, gracias a las hormonas de la lactancia, la oxitocina y a la prolactina actuando como neuromoduladores. Además, la prolactina disminuía los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Ello no quiere decir que duela menos o que sea un atajo para tu duelo. El duelo no tiene atajos hay que vivirlo.
Esta potente y natural herramienta me permitió no solo honrar a mi hijo, también despedirme de esa madre lactante que quería ser, de los sueños, los proyectos de familia y vida juntos, vida en la que Rubén nos enterraría y no nosotros a él.
Mucha magia inesperada nació de esa donación de leche. Las únicas noticias bonitas que recibía del hospital eran todas en torno a la leche, las extracciones me mantenían activa, y me seguí cuidando igual que lo hubiera hecho para Rubén, para bebés que no conocía, ni conocería jamás. Les deseaba que fueran buenas personas, que amarán la vida, el trabajo, el esfuerzo, una vida larga, sana y feliz.
Y así han surgido varias iniciativas, por si necesitas o buscas apoyo:
- #movimientoRubén por un duelo social, compartido, normalizado, con amor, empatía, respeto y libre de juicios.
- #cadenadelaleche donde todas las madres que han escuchado nuestra historia deciden sacarse una toma extra para el banco de leche y que a Rubén y a mí nos encanta.
- #donantesconestrella, que surgió como una necesidad de búsqueda de iguales a mí. Se trata de un grupo de whatsapp donde las mamás que tras la muerte de nuestros hijos, hemos decidido donar la leche de nuestros pequeños y encontramos apoyo y contención, y donde puede entrar cualquier mamá donante que nos necesite.
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Bibliografía
- López García, A.P. (2010) Duelo perinatal: Un secreto dentro de un misterio. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Vol. 31, núm. 109, Asociación Española de Neuropsiquiatría (ed.) España, pp. 53-70 Disponible en https://scielo.isciii.es/pdf/neuropsiq/v31n1/05.pdf