Tus hijos no necesitan juguetes por Navidad. Te necesitan a ti
Tú eres el mejor regalo que puedes hacerles a tus hijos por Navidad
- El mejor regalo que puedes hacerles a tus hijos por Navidad eres tú
- Jugar, disfrutar o ver a la familia son los deseos para las fiestas navideñas
- Valores que los padres debemos enseñar a los niños por Navidad
Ni muñecas, ni coches, ni juegos de mesa o de construcción... ¿Sabes lo que realmente quieren tus hijos por Navidad, aunque no lo dejan por escrito en su carta a Papá Noel? ¡Te vas a sorprender! Y es que tus hijos no necesitan juguetes por Navidad. Te necesitan a ti en esta fechas navideñas, pero también a lo largo del año.
El mejor regalo que puedes hacerles a tus hijos por Navidad eres tú
Mi mamá siempre decía cuando éramos pequeñas que prefería regalarnos en Navidad en lugar de hacerlo con los Reyes Magos para que tuviéramos todas las vacaciones para disfrutar de los regalos. Una vez que supe que Santa Claus eran los padres (por cierto, me lo sopló mi hermana mayor), empecé a escuchar cada año esa especie de idea navideña que siempre repetía mi madre. Y, por cierto, ¡cuánto me gustaba!
Cada año, era habitual que apareciera el debate entre cuándo era mejor recibir regalos, ¿en Navidad o en los Reyes Magos? (porque en esa época era la típica polémica navideña, al menos en España, debido a la procedencia de ambas festividades). Sin embargo, mi madre, que siempre ha sido muy práctica, lo resolvía con algún regalo de ocio en Navidad y regalos de necesidad en Reyes, es decir, que nunca faltaban los típicos calcetines para Reyes Magos.
Muchos se preguntarán si unos calcetines son un buen regalo. Y yo recuerdo que siempre me gustó recibirlos. Hay que decir que ya había podido tener toooodas las vacaciones navideñas para jugar con mi regalo de Navidad; así, los calcetines con florecitas se convertían en el estreno perfecto para comenzar la escuela el día después de Reyes. Lo que quiero decir después de contar esta anécdota es que mi mamá siempre me regaló el mejor regalo de todos: tiempo para jugar.
Jugar, disfrutar o ver a la familia son los deseos para las fiestas navideñas
Cuando llegaba mi juguete por Navidad podía pasar horas jugándolo en la alfombra del salón; otro día lo jugaba con mi hermana, lo llevaba al parque para jugarlo con amigos, lo jugaba con mis primos y, lo mejor de todo, con mis papás. Y es que aunque por supuesto tenía la ilusión de recibir un regalo por Navidad, la verdad es que siempre lo que más me gustaba era tener la oportunidad de pasar tiempo con mamá y papá. La cena con toda la familia era mi segunda cosa favorita de la Navidad.
Creo que pocos años de mi vida (tal vez un par de ellos que fui acomedida) tuve el regalo material que realmente pedía. La verdad es que la mansión lujosa de la muñeca más querida en ese momento no estaba al alcance de la economía familiar.
De hecho, en cuanto supe que Santa Claus eran los padres, cada vez que entraba a la juguetería y veía en primera plana el mejor juguete de todos, ese que solía ser grande y llamativo, tenía que hacer un esfuerzo cognitivo para reconocer que eso no estaba al alcance de mis padres y me decía a mi misma que mejor pedía algo más realista. Así que, en esencia, quizás nunca tuve el regalo material que deseaba (reconozcamos que para cualquier niño la industria de la juguetería puede ser algo cruel).
Pero la verdad es que el no recibir exactamente el gran regalo material nunca me causó traumas. Porque en el fondo de mi corazón sabía que eso no era lo importante de la Navidad. Jugar, disfrutar, salir, ver a la familia... ¡esos eran los mejores regalos! Cada año, en Nochebuena, toda la familia poníamos los regalos alrededor del árbol de Navidad. Aunque mi familia es chiquita, la verdad es que a mí me parecían una montaña de regalos.
Recuerdo que una de las cosas que más disfrutaba era la expectación de saber qué habría dentro de ellos, no solo en mis regalos, sino en los de los demás. Si yo misma había envuelto un regalo para algún primo, estaba deseando que lo abriera para ver si le gustaba. Se trataba de dar y recibir a partes iguales y eso simplemente era mágico. Después de la cena, pasábamos toda la noche jugando, contando historias, chistes, bailando... y hasta que no era oficialmente Navidad no se abrían los regalos.
Valores que los padres debemos enseñar a los niños por Navidad
Al reflexionar sobre todo esto y, ahora que soy madre, me doy cuenta de que toda la mercadotecnia navideña nos hace pensar en que lo importante es el regalo y por supuesto que no lo es. Cuántas veces los papás nos hemos vuelto locos buscando el regalo que quiere nuestro hijo y que ya está agotado; cuántas veces nos hemos frustrado por no poder regalar a nuestros hijos exactamente lo que quieren porque nuestra economía no nos alcanza...
Cuando nos ponemos a pensar cuáles eran nuestros regalos de Navidad, la mayoría de nosotros ni siquiera recordamos los juguetes como tal, más bien eso está a un lado de nuestra consciencia, pero lo que sí podemos recordar son esos momentos mágicos en compañía de los nuestros. Al final, siempre los humanos somos más simples que lo que nosotros mismos nos intentamos hacer creer: lo que nos hace felices no es nada material, sino el afecto y la interacción social.
Y ahora miro atrás y pienso, qué suerte tuve de no tener todos los regalos que deseaba en Navidad, porque eso me ha hecho ser una persona sensible y que es capaz de valorar lo que de verdad me hace feliz. Lo más importante de la vida no son cosas, sino las emociones. Ahora, como mamá, tengo la obligación moral de enseñarle eso a mis hijos.
En un mundo donde pareciera que lo material siempre se valora más que todo lo demás, soy consciente de que por mucho que me pida el regalo más caro por Navidad, el mejor regalo que le puedo ofrecer a mis hijos es mi cariño y amor.
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