El mago Targo. Cuento para niños que buscan la aprobación de los demás
Relato que enseña a nuestros hijos que nadie es superior a los demás y qué pasa cuando uno es vanidoso y solo piensa en él
- El mago Targo. Cuento para niños que necesitan el reconocimiento de los demás
- La vida del mago Tardo al dejar la Comarca
- La lección de vida que aprende el mago Targo y que debe hacernos reflexionar
Los niños inseguros suelen buscar siempre el reconocimiento de amigos, profesores y familiares y, en ocasiones, intentan llamar la atención con cualquier cosa. Miguel Domínguez Palomares ha escrito 'El mago Targo. Cuento para niños que buscan la aprobación de los demás'. Te recomendamos que lo leas con tu hijo esta preciosa historia y reflexione sobre ello. ¿De verdad merece la pena estar siempre pendiente de lo que pensarán el resto de nosotros?
El mago Targo. Cuento para niños que necesitan el reconocimiento de los demás
Targo era un aspirante a mago en la prestigiosa Comarca del Encanto, lugar en donde toda ilusión es posible. Allí habitaba junto a otros seres mágicos como las hadas, los elfos, los gnomos y las ninfas del bosque. Por cualquier rincón de aquella zona, abundaban los brujos, los hechiceros y los encantadores y también los videntes y adivinos y otras criaturas maravillosas. Cada cual poseía un don más especial que Targo deseaba superar.
El Consejo de los Juiciosos, máximo poder en la Comarca, velaba porque todos los individuos mantuvieran la cordura, el orden y la sensatez en el territorio. Entre sus miembros estaban las principales figuras y grandes referentes del encantamiento en todas las disciplinas sobrenaturales. Algunos de ellas y ellos ya eran algo mayores y necesitaban una renovación. Se busca savia nueva, un elegido entre los mejores, capaz con sus dones, de ganarse el favor de los Juiciosos.
Targo ansiaba ser el escogido. Soñaba despierto con llamar la atención del Consejo. Apenas dormía inventando trucos para conseguir su objetivo. Al principio el efecto que causaban sus sortilegios en el Consejo era nulo. Trucos sencillos que no tenían nada de sorprendentes. Hacer desaparecer a un trol con el chasquido de sus dedos quedaba ensombrecido por el poder de los hechizos que utilizaban las hadas, capaces de salvar de las fauces de un cepo a un conejo o desviar el disparo de los cazadores al paso de los patos.
Targo ensayaba horas y horas buscando nuevos artificios con los que llamar la atención del Consejo. Con el tiempo sus habilidades fueron cada vez mejores. Así, durante mucho tiempo, su número en el que transformaba a los viejos árboles caídos del bosque en bellas estatuas circuló por toda la Comarca otorgándole gran prestigio y fortaleciendo su ego. El Consejo tomó buena nota, sin embargo, la noticia de que unas ninfas habían encontrado a un montañista herido y, mediante sus cantos alados habían atraído hasta él a los perros de salvamento, las elevó a un éxito que sepultó con creces el logro de Targo.
El mago lo tomó como una afrenta, por lo que decidió encerrarse en su covacha buscando la manera de llamar la atención de toda la comarca. Tras días de probaturas, ensayos y tanteos, se presentó con un número que dejó helados a todos. Con solo poner la mano sobre la cabeza de alguien era capaz de arrebatarle su voluntad, quedando la mente del sujeto a su merced. Así, si Targo le ordenaba que se subiera a un árbol, este trepaba a lo alto con la misma agilidad que una ardilla y si una vez arriba disponía que se lanzara en vuelo, el tipo lo hacía planeando por el aire moviendo sus brazos a modo de alas, como si de un halcón se tratara.
Pese a lo asombroso que resultó, Targo no disfrutaba con el resultado de su magia. Solo quería la aceptación de los Juiciosos, el elogio de sus colegas, la alabanza de los seres del bloque, ser proclamado algún día el mejor ilusionista o mago de toda la Comarca del Encanto y entrar por la puerta grande a formar parte del Consejo. Pero otra vez la alegría le duró poco. Días después, una adivina fue capaz de predecir con su bola de cristal el ataque inminente de un escuadrón de brujas negras montadas sobre escobas, cuyo propósito era arrasar con la Comarca.
Las hechiceras del lugar, con ayuda del gremio de los encantadores, lograron crear polvo de insecto con limadura de libélulas que liberaron sobre el cielo de la comarca al paso de las brujas. Estas, al contacto con la mezcla, se transformaron en un maravilloso puzle colorido de cuerpos largos y airosos, con grandes ojos y esbeltas alas, que se fueron posando dócilmente a las orillas de las charcas, los ríos y los estanques.
Targo no pudo digerir que alguien se llevara más reconocimiento que él. La vanidad le podía. Hubiera deseado que aquellas brujas arrasaran con todo y haber sido él quien con su magia hubiera liberado a todos dejando libre su deseada plaza en el Consejo. Pero no fue así y, el día de la elección, los Juiciosos eligieron para formar parte del Consejo a la hechicera Circe, responsable principal de idear el polvo que convirtió en libélulas a las temidas brujas.
Cuentan que estuvo encerrado durante semanas haciendo sospechosas probaturas e incluso aseguran que recibió a escondidas la visita de alquimistas de dudosa reputación que le propusieron un puesto en la Liga de los Ocultos. Ante los rumores y en vista del sentido que Targo había dado a su magia, el Consejo de los Juiciosos decidió desterrarlo de la Comarca. La noticia pilló por sorpresa al mago que fue a pedir clemencia ante ellos.
- Targo, durante este tiempo has confundido el verdadero valor personal con la complacencia externa. Tu condena ha sido obsesionarte por buscar el reconocimiento de todos y tu felicidad ha dependido de ello. Olvidas que todos los seres de la Comarca, desde su origen, desarrollan sus dones sin darse importancia, lo hacen de forma natural y lo ponen al servicio de los demás sin necesidad de reconocimientos. Por ello hemos decidido que tu presencia entre nosotros no es útil. En la Comarca ya no tienes sitio, debes irte. Busca fuera de aquí la aprobación de la única persona que te puede hacer feliz. Solo entonces, podrás regresar.
La vida del mago Tardo al dejar la Comarca
Así fue como el joven Targo comenzó su peregrinaje. Durante mucho tiempo no se supo nada de él, llegaron tan solo vagas noticias, traídas por el viento o por la labia de algún viajero, que aseguraban haberle visto hacer magia en las calles de ciudades que no aparecen en los mapas.
Pasaron los años por Targo, los cabellos azabaches de entonces se convirtieron ahora en otros de nácar. La piel quedó al filo de los huesos y su paso era sostenido a duras penas por un bosquejo de cuerpo encorvado deteriorado por el sol, el viento y la lluvia. Durante este tiempo desplegó su magia por todos los rincones que visitó. Allí donde se presentó cosechó millones de halagos y reconocimientos, encontró el éxito que anhelaba pero, pese a todo, no consiguió ser feliz pues necesitaba la aprobación de una persona para poder regresar a la Comarca. Targo se consumía. Por más que buscaba le era imposible encontrarla ¿Quién sería esa persona? ¿Hombre o mujer? ¿Joven o anciano? ¿Cuál sería su semblante?
Se dejó la vida rastreando en multitud de rostros, indagando más allá de donde alcanza la mirada de los mortales, todo, con la esperanza de encontrar una señal en ellos. Tras muchos intentos baldíos, Targo se cansó de buscar hasta que un día decidió dar por terminada la búsqueda y abandonar con ella la magia.
Un día Targo sintió que su viaje había llegado a su fin. Estaba agotado. Se adentró en una ciudad abandonada de casas aparentemente derruidas por una fuerza mayor. El sol ya se estaba poniendo proyectando ráfagas púrpuras entre las ruinas. Lo que quedaba frente a él era la nada. Entre las calles de aquel lugar vagaba la espesura del silencio y en el horizonte como una nebulosa amenazante restos de dolor y olvido.
El panorama desolador que ofrecía aquel paraje hizo que se sintiera turbado y con una angustia que nunca antes había percibido. En un momento, Targo tuvo la ilusión de escuchar el llanto de un niño. No se trataba de un espejismo. Un chiquillo enclenque y desvalido deambulaba solo en mitad de una calle en ruinas, sin rumbo, medio desnudo. A Targo le pareció que hablaba, pero no lograba entender el significado de sus palabras. Parecía como si estuviera buscando a alguien, pero las casas a las que se asomaba tan solo eran esqueletos de polvo y ruina. Targo se acercó por detrás hasta él. Con cuidado, posó la mano en el hombro. El niño se giró asustado balbuceando en aquella lengua extraña.
Targo lo intentó tranquilizar sin éxito. No se entendían. De pronto el mago entornó los ojos, taponó su boca por unos segundos, y al apartarlas, salieron de ella un tropel de mariposas cristalinas que se desvanecieron al contacto con en el aire. Acto seguido, el niño comenzó a hablar el mismo idioma que Targo. El niño se quedó perplejo buscando en las manos de Targo el misterio de aquel acto que acaba de presenciar. Hacía mucho que el mago no utilizaba su magia. Después conversaron sobre lo sucedido en la ciudad.
El niño le contó que bajo el suelo de aquel territorio circulaba un fluido negro y viscoso cuyo poder era tal que quien lo poseyera podría dominar a los demás. Pronto llegaron unos hombres armados y vestidos de verde oscuro que arrebataron a la fuerza las tierras a la gente de aquel lugar y comenzaron a excavar miles de agujeros en la tierra, arrasando con los bosques, contaminando los ríos. Días después llegaron otros hombres distintos, también armados solo que vestidos de azul a los que no les gustó la idea de los primeros.
Contaron que les iban a ayudar sacándolos de sus tierras. Comenzaron a pelearse de forma muy violenta, destruyéndolo todo. Con los días los de verde oscuro eran cada vez menos hasta que los de azul finalmente se impusieron. Pese a que la ciudad estaba devastada la gente del pueblo lo festejó pues creía que aquella pesadilla había llegado a su fin, pero la alegría duró poco puesto que al día siguiente los hombres de azul se dedicaron a hacer más agujeros y talar más bosques y contaminar más ríos. Finalmente una noche obligaron a la gente de la ciudad a marcharse.
— Alguno de los mayores se opusieron y todo acabó mal. Mamá, desesperada, me dijo que huyera. Estuve escondido mucho tiempo hasta que hace poco los hombres de azul se marcharon.
La lección de vida que aprende el mago Targo y que debe hacernos reflexionar
El niño se quedó mirando a un Targo, que daba evidentes pruebas de estar desconcertado. Lo agarró por las manos reclamando en ellas nuevamente ayuda. Targo supo reconocer la desesperación y la angustia en aquel gesto. Se observó las manos, pero apenas quedaba magia en ellas. Ya no había nada del mago que un día deslumbró con sus trucos, nada del orgulloso hombre que buscaba con ambición el éxito y la aprobación de los demás. ¿Qué podía ofrecerle a aquel niño? ¿Con qué magia podría resolver su miseria?
Fue entonces cuando Targo cayó en la cuenta de la banalidad de su magia, de lo triviales que habían sido sus trucos y de lo insustancial que habían sido desde siempre sus propósitos. Sintió una gran impotencia por no poder ayudar a aquella criatura. Se hubiera cambiado por una de las hadas o ninfas de la Comarca. A ellas seguro que se les hubiera ocurrido algún hechizo para ayudarlo, algún conjuro para devolverle a sus padres. Pero allí estaba solo él, el mago que en vez de hacer magia para ayudar a los demás la había malgastado para impresionarlos. Un llanto seco acompañó su lamento.
La noche de pronto se les vino encima. El niño se quedó dormido junto al mago, arropado por un manto meloso de luna llena. Targo veló toda la noche su sueño cavilando la manera de poder ayudarlo. Cuando el niño se despertó, Targo le esperaba con una capa en las manos. Al momento se la colocó. Le quedaba grande.
- Te entrego mi Capa de la Esperanza. Contiene más de mil bolsillos. La he vaciado de todos los trucos que son solo espejismos y no sirven para nada. Mientras dormías la he llenado de la magia con la que deberás afrontar este mundo.
- ¿Una capa? ¿Por qué?
- Verás, soy un mago errante que procede de otro lugar. Llegué hasta aquí buscando a alguien que aún no he encontrado. Sin embargo, he podido conocer al ser humano. Esta ciudad en ruinas representa su peor versión y, tú, que has sido su víctima, eres el futuro.
- ¿Para qué me servirá esta capa?
- Para preservar tu inocencia, un don que desaparece con el tiempo. Deberás proteger la Capa de la Esperanza hasta que llegues a viejo y esté desgastada e inservible. Solo así podrás llegar a ser un hombre diferente.
- ¿De qué magia se trata?
- De una magia diferente y especial. Encontrarás trucos con los que podrás liberar tormentas de paciencia que caigan sobre la ira de los hombres, sabrás cómo sembrar campos de flores cuya fragancia se libere provocando sensaciones de respeto y consideración por los demás, alcanzarás a dominar la técnica para elaborar el bálsamo que quite el dolor, lograrás la fórmula de la que saldrá la medicina que purgue los prejuicios, crearás el revulsivo para el perdón y el linimento para el olvido. En algún bolsillo de esta capa también encontrarás el mapa para seguir el rastro de la suerte, un espejo para mirar la humildad donde no se refleje el egoísta, la receta del ungüento contra la desdicha, los consejos de algún sabio que sellen los labios del necio y así hasta llegar al bolsillo en donde encontrarás el embrujo del amor capaz de unir las almas con hilos invisiblemente firmes.
Ahora márchate. Aprende la magia y difúndela entre los de tu especie.
- ¿Cómo sabré si la he usado bien?
- Cuando veas que en ningún lugar vuelva a repetirse lo que ha sucedido en esta ciudad. Cuando el futuro de un niño no dependa de la magia de un mago.
El niño se marchó arrastrando la capa mientras hurgaba los bolsillos. Targo lo acompañó con su mirada hasta que se difuminó en el horizonte. Aquella capa era lo mejor que le podía ofrecer. En ese momento un escalofrío recorrió su cuerpo y tuvo la sensación de que por primera vez su magia era efectiva. Lejos de todos los focos y sin más interés que el de ayudar, sus poderes por fin habían sido efectivos. Se sintió orgulloso y comprendió que la persona que buscaba para que le diera la aprobación que necesitaba era él mismo. En ese momento decidió regresar a la Comarca del Encanto.
Su llegada a la Comarca creó cierto revuelo y recelo. El Consejo de los Juiciosos congregó a todas las criaturas. Targo se presentó ante ellos:
- Aquí estoy. Soy Targo, el mago errante que un día se marchó porque su magia solo buscaba el ego personal y la aprobación de los demás. Lo he entendido todo. He vuelto porque ya no queda nada de aquel mago que una vez fui. Es escasa la magia que ya os puedo dar. Es poco lo que os puedo ofrecer, pero este es el mago que ahora soy y haré todo lo posible para no irme de aquí jamás.
Cuenta la leyenda que un hombre recorre incansablemente el mundo haciendo magia. Dicen que su paso no deja indiferente a nadie. Aseguran que es reconocible por su capa de la que nunca se desprende porque quiere conservar su inocencia.
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